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Cuestión de enfoque – Cristina García Maffiotte

   

Acaban de salir los datos de la EPA. Nada nuevo. Casi seis millones de parados. Una burrada. Un país paralizado, pasando los lunes al sol y, lo que es peor, convencido de que no es posible encontrar trabajo. Pero se equivocan ¿Seis millones de personas equivocadas? Sí, es posible, está ocurriendo. No digo que el que no tenga trabajo sea porque no quiere trabajar. No, ni mucho menos. Es solo un problema de enfoque.

Porque, señoras y señores, hay trabajo. Claro que lo hay y del bueno. Del bien pagado. De ese que incluye nómina, kilometraje, primas por objetivos y dietas por alojamiento. Está ahí fuera, esperándonos. Lean con detenimiento las primeras páginas de los periódicos y verán que hay nichos (un profeta el que empezó a acuñar el término) de empleo por doquier. Lo que pasa es que estamos enfocando mal el asunto. Puede hacer las cosas bien o mal. Mal es buscarse a un amigo del cole o tirar de árbol genealógico. Revise bien las fotos escolares que su madre pagó año a año y que están guardadas en algún altillo y revise con lupa los nombres y apellidos de sus compañeros de pupitre, por pura estadística debió estudiar con alguno de los que ahora cortan el bacalao. Y lo mismo con sus familiares, llegue hasta los primos terceros hasta que encuentre a algún parentesco con algún presidente de comunidad, diputado, senador, asesor del asesor de un tesorero de partido político e invítelo a pasar con usted las próximas fiestas navideñas (si tiene prisa porque se le acaba el paro busque otra excusa para un tierno encuentro familiar). Y ya puestos en situación, pídale un enchufe. No hace falta más. Ahí tiene Tele Madrid y más de un centenar de empresas públicas en este país para atestiguar que la amistad fraguada en los patios del colegio y la consanguinidad son suficientes para encontrar un echadero.

Pero si usted quiere hacer las cosas bien, atrévase a ir de frente ¿Cómo? Pues por ejemplo, que usted quiere ser asesor internacional de, por poner un ejemplo al azar, Telefónica. Pues confecciónese un currículum destacando no sus años de experiencia en el sector o su formación académica. No, así no. Explique usted que sería capaz, perfectamente, de llevar a la ruina a una entidad bancaria, generando miles de millones de euros en pérdidas por seguir adelante una esquizofrénica política de fusiones y poniendo de patitas en la calle a miles de trabajadores a los que pagará la indemnización con el dinero que, amablemente, le ha prestado el Estado. El trabajo será suyo ¿Qué no? Mire a Rato. De enterrador de Caja Madrid a consejero asesor para Latinoamérica y Europa de Telefónica.

Igual usted no tiene su agenda de contactos, ni tampoco tuvo que ver en la privatización de la compañía y por tanto no le deban un favor. Pero si es por méritos, no me diga que con un poco de empeño usted no es capaz de hundir un banco; y dos, si hace falta. Si lo de Latinoamérica y Europa le parece mucho trabajo, también podría optar por asesorar a la compañía en Washington, aunque para eso tendría usted que poner en el currículum que está casado con una infanta. Pero que esa mentira piadosa no le frene. No se preocupe. Viendo cómo funciona el departamento de Recursos Humanos de esa empresa igual, ni lo comprueban y cuela.

Y de ahí, al infinito. Deje volar su imaginación. Piense en su trabajo soñado y láncese a confeccionar su propio currículum de deméritos. Y, si el desánimo le ataca, piense que si Ana Botella es alcaldesa, Toni Cantó diputado nacional, Bibiano Aído, asesora de la ONU o tuvimos a una bailarina integrando la comisión de control de una caja de ahorros, qué no podrá ser usted. Recuerde que este es el país de las oportunidades, que aquí, pusimos a un ladrón a dirigir la Guardia Civil. Así que no se corte, salga a la calle a venderse y póngase la presidencia del Gobierno nacional como meta. No es un objetivo imposible. Está al alcance de cualquiera, mire si no a Zapatero o a Rajoy. Que en España, todo es posible. No lo olvide.