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Datos para la reflexión – Por Leopoldo Fernández

   

Acabo de conocer un par de datos estremecedores, de esos que invitan a una reflexión pausada sobre nuestra realidad económica, con excepción del turismo. Me refiero a las principales exportaciones canarias: los derivados petrolíferos obtenidos en la refinería tinerfeña (en su mayor parte para el suministro de naves y aeronaves en puertos y aeropuertos del Archipiélago), que representan del orden del 35 % de las ventas isleñas al exterior y alcanzan un valor de casi mil millones de euros al año, y los productos agrarios, hasta ayer nuestra joya de la corona, que en conjunto sobrepasan los 650 millones de euros, según datos de la Secretaría de Estado de Comercio. Ambas partidas han experimentado un sensible crecimiento (37% el primero y 12% el segundo), pero porcentualmente se lleva la palma el grupo de oro y piedras preciosas, que suma más de 85 millones de euros y crece el 135% cuando el año anterior ya lo había hecho un 125%. Como Canarias no produce oro ni piedras preciosas, la explicación sobre el contingente exportador es muy simple: procede de la venta de ambas mercancías a causa de la crisis, de ahí también la proliferación de comercios dedicadas a la compra de oro. Da la impresión de que muchas personas han preferido vender o empeñar joyas familiares con tal de salir del apuro económico. Vendemos al resto de España el 30% de las exportaciones, pero en cambio adquirimos en la Península más del 65% de los suministros. La balanza comercial presenta un déficit superior a los 2.500 millones de euros, casi la misma cifra que importamos de combustibles y aceites minerales. Tras estas adquisiciones figuran, por cierto, los automóviles, por importe de 240 millones de euros, aunque luego exportamos vehículos de segunda mano, con destino a mercados del tercer mundo y de Europa Oriental, por valor de más de 55 millones. Estos datos no constituyen, globalmente, ninguna sorpresa ya que confirman algo archisabido: que Canarias no es autosuficiente y que su futuro debería pasar por una diversificación de su economía productiva, sobre todo en los dos sectores que viven una recesión más continuada: el agrario y el industrial. Si se pierden ventas de productos del campo y la ganadería y se vienen al suelo productos tradicionales como el tabaco y el pescado, que años atrás tenían gran aceptación exterior, habrá que echarle imaginación para crecer además en otros segmentos, con los servicios y la especialización turística en el punto de mira. Lo mismo que el mar, la naturaleza, las estrellas, la moda, la artesanía, las energías alternativas… E invirtiendo en I+D+i, para abrir camino a nuevos horizontes de futuro.