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“El tomate va a desaparecer, está muerto”

   

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Faustino, en su finca donde planta “lechugas ecológicas”. | N. DORTA

NICOLÁS DORTA | Guía de Isora

Faustino Álvarez Delgado se levanta y acuesta muy temprano, “incluso los domingos”, matiza. Natural de Piedra Hincada, un barrio isorano, lleva prácticamente toda la vida cultivando la tierra en un suroeste que creció en torno a las fincas, sobre todo la zona costera, Playa de San Juan o Alcalá, donde se asentaron las primeras familias de gomeros cuyas casas se levantaron con los ahorros del duro trabajo diario. También mucha gente del Norte afincó su residencia en la zona, donde pocas posibilidades de prosperidad económica existían que no fuese sembrar.

Este vecino pertenece a la Cooperativa Agrícola de Guía de Isora (Coagisora), una sociedad que vivió años importantes, sobre todo de 1995 a 2001, donde la exportación del tomate hacia el extranjero hizo de Coagisora una de las mayores cooperativas exportadoras de tomates de Canarias.

Ahora la realidad es bien diferente, apenas llegan tomates a sus instalaciones, el plátano ha comido su terreno frente a un cultivo “que está punto de desaparecer, está muerto”, sostiene este agricultor.

La falta de ayudas europeas para el transporte y una deuda millonaria del año 2002 que le reclama Hacienda a muchas cooperativas de Canarias, sumado a la competencia que tiene el tomate en Marruecos y las plagas, ha hecho muy difícil impulsar el cultivo.

“Antes, en el año 2000 podíamos trabajar sobre 5 millones de tomateras que daban 36 millones de kilos. El año pasado en cambio se sembraron 190.000 plantas de tomates aproximadamente para la cooperativa Coagisora”, afirma Faustino.

“El tomate marroquí nos ha hecho mucho daño, pues es más barato, desde la mano de obra hasta su explotación, y de igual calidad. A eso hay que sumarle las enfermedades que le entraron al tomate, donde perdimos competitividad”, añade.

SÍ A LA AGRICULTURA ECOLÓGICA
Faustino ha tenido que reciclarse para salir adelante. En la zona de Las Higueritas dirige y gestiona una huerta dedicada al cultivo de lechugas de diferentes tipos mediante métodos de agricultura ecológica, que vende a los hoteles. Faustino mima cada detalle de su cosecha y “escucha” lo que le dice la tierra que abona con compost natural. Después de tantos años está convencido que abusar que los productos químicos no ha beneficiado a los cultivos, a pesar de que reconoce que los usaba en el pasado. “Antes se le ponía mucha química a las hortalizas, para las enfermedades y para producir más, ahora las normativas exigen un estricto control y se han bajado los fertilizantes. No lo podemos comparar con la agricultura ecológica, donde a pesar de que produce menos frutos, la calidad es mejor y lo más importante, más sana”, sostiene.

Asimismo, para este trabajador de la tierra, el turismo no tiene que estar necesariamente reñido con la agricultura, todo lo contrario. “Podemos beneficiarnos ambos, lo que pasa es que los hoteles, las empresas turísticas y la restauración deberían consumir más productos de la tierra, no pedirlos fuera. Aunque sean algo más caros, el dinero se queda aquí, para los que trabajan estos productos, y no se pierde fuera”, comenta. “Igual pasa con el vino o el queso”, concluye Faustino Álvarez.

[apunte]Muchos gastos
Ahora Faustino tiene doce personas trabajando, pero no hace mucho tenía la mitad. “Es una pena que un sector que podía generar puestos de trabajo esté en esta situación”, argumenta. Y es que sembrar es “muy caro”. “El 70% de lo que produce el tomate, por ejemplo es para gastos, personal”, sostiene. Este vecino cultiva el plátano igualmente, y el tomate cherry, una modalidad que en los últimos años se ha puesto de moda y que se puede adquirir en los supermercados o consumir en los hoteles.

El agua en Tenerife es otro problema al que se enfrentan los agricultores, pues a juicio de los de Guía de Isora, no es justo que sus costes sean tan elevados. “Tampoco nos facilitan las cosas, estamos sin desaladoras, algo que nos ayudaría en el riego de las fincas”. “Creo que se ha hecho una mala gestión del agua y lo estamos pagando también los agricultores”, comenta. “Un pipa de agua nos vale demasiado”, asegura.[/apunte]