Mientras Rubalcaba se esmera en maniobras para conservar la dirección de la orquesta del Titanic, los ciudadanos que antaño confiaron en el PSOE se alejan del partido. Sigue hundido en las encuestas pese al desgaste brutal de un PP sometido a la abrasión de una gobernación ajena a lo prometido en la campaña electoral -según el último sondeo conocido, Rajoy habría perdido 14 puntos de apoyo electoral-. Pese a ello, ya digo, el PSOE no levanta cabeza. Tal es la desconfianza de los antiguos votantes y simpatizantes socialistas respecto de la dirección del partido.
En un momento en el que la política seguida por el Gobierno va camino de laminar parte de los estratos esenciales del Estado del Bienestar la lógica de la situación aconsejaría la apertura de un proceso de elecciones primarias capaz de dotar a la oposición de un liderazgo convincente al servicio de un programa político alternativo y creíble. Un programa capaz de dar otro tipo de respuesta a la doble crisis que afecta en estos momentos a nuestro país: la institucional (en Cataluña se ha puesto en marcha un proceso de ruptura que amenaza la continuidad histórica de España) y la económica: fruto de la recesión y de las malas prácticas de los bancos. Incluido el Banco de España y su negligente peritaje de los riesgos que tomaban las cajas de ahorros. En ambas crisis, aunque en diferente grado, contrajo grandes responsabilidades el PSOE bajo la dirección de Rodríguez Zapatero y la compañía complaciente de Rubalcaba.
Respecto a lo que está pasando en Cataluña, que la actual dirección socialista permita que allí las siglas del PSC hayan pasado a ser el partido de Poncio Pilatos -impulsor del extravagante discurso de un “derecho a decidir” contrario a la Constitución-, es la prueba de una doble orfandad de liderazgo y la evidencia de que un partido que antaño apostaba por la igualdad y la solidaridad entre los españoles anda perdido en lances ajenos a los intereses de los ciudadanos. Con seis millones de parados, es lacerante que se dediquen a predicar el oximoron del “Federalismo asimétrico”.
Y luego se sorprenderán del palo que les dan las encuestas.