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Reducción salarial – Por María Vacas

   

Tres mil empleados públicos horrorizados perciben estos días sus contusionadas nóminas, mientras el presidente Rivero nos recuerda magnánimo en la cadena Ser que hay que estar agradecidos de que se nos golpee en las costillas pero no se nos mate; felices de que se nos meta mano a la cartera y no se nos eche a la puta calle; tranquilitos porque es una medida coyuntural, como el paro, las listas de espera, la corrupción, las subidas de la luz, los desahucios o esta eternizada crisis-estafa.

Todo el esfuerzo económico incide de forma discriminatoria sobre tres mil personas de los sesenta mil empleados públicos, los parias de la administración. Pero el presidente no explica por qué no se ha optado por una reducción inferior al 1% para todos, por incrementar ingresos o por minimizar los incontables contratos con empresas externas; qué se esconde tras ese empecinamiento maquiavélico por hacer recaer todo el dolor sobre una parte minoritaria de la plantilla, en función de su vínculo contractual, aun siendo avisados de la ilegalidad de tal criterio.

Olvida el presidente que muchos trabajadores públicos perciben sueldos miserables, impropios de un país desarrollado, sueldos inferiores a 500 euros; la misma cuantía que los parlamentarios ingresan sin fiscalización alguna, ayudas anexadas a sus sueldos; solo por respirar. Advierte Rivero que de no realizar esos ajustes, no se podrían atender en condiciones los servicios públicos, porque todo el dinero proviene de la misma caja. Pero algo no me cuadra. ¿Será que el salario presidencial sale de una caja diferente? Porque ni él, ni los consejeros, ni los altos cargos; ni tampoco los parlamentarios avalistas de la injusta medida, se ven afectados en sus dignísimos sueldos.

Los ciudadanos son conscientes de que estos recortes improvisados están generando graves problemas organizativos en centros de trabajo, colegios y comedores, además de perjuicios económicos a los trabajadores y sus familias. Pero parece ser que para el presidente es más sencillo y menos gravoso, aunque también muy poco edificante y falto de ética, focalizar todas las medidas dolorosas en los más indefensos, en lugar de centrarlas de forma ejemplar sobre él mismo y sus compañeros de casta.

mvacsen@hotmail.com