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El termómetro de la ética – Por Francisco Muro de Iscar

   

El 42 por ciento de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años justifica el fraude fiscal por diversos motivos, “circunstancias de la vida personal o empresarial”, según un barómetro publicado por el Instituto de Estudios Fiscales. Y en una medida menor, pero también importante, los jóvenes, los que van a gobernar nuestra sociedad en pocos años, señalan que “el fraude es algo consustancial en los impuestos, todos tienden a hacerlo y de este modo se consigue un cierto equilibrio”. España es uno de los países con mayor fraude fiscal, goza de una economía sumergida que debe andar entre el 25 y el 30% del PIB, tiene una tradición de picaresca para engañar, evadir impuestos… y responsabilidades personales. Y me atrevería a decir que es la misma sociedad que no está dispuesta a rebajar la calidad de los servicios públicos. Ni mucho menos la gratuidad desde el nacimiento hasta la muerte: educación gratuita hasta la universidad, sanidad gratuita, buenas autopistas y autovías… sin peajes, servicios sociales de primera, atención a la dependencia… Pero, si es posible, sin pagar impuestos. Es también la España en la que algunos políticos, elegidos bajo el manto de la Constitución, aseguran que no respetarán ni esa ley de leyes ni las otras que nos hemos dado democráticamente los españoles y que les obligan. O la España de los empresarios y políticos corruptos que nos han dejado agujeros que vamos a pagar todos los ciudadanos, sin que la mayoría de los que han actuado así vayan a sufrir ninguna consecuencia penal o social. O la de los gobernantes que mienten a los ciudadanos e incumplen de la A a la Z, sin ningún rubor, sus compromisos electorales. Son terribles faltas de civismo que, sin embargo, no generan sentimientos paralelos de culpa y responsabilidad. Cuando los jóvenes ven normal defraudar a Hacienda, no pagar impuestos o que la corrupción sea algo consustancial a los impuestos o a la política, el termómetro de la ética salta por los aires.

El índice de fracaso escolar, visto lo visto, no debería medir sólo la carencia de conocimientos de los estudiantes sino la falta de convicciones sociales, la ausencia de escrúpulos. Muchos jóvenes, y no quiero generalizar porque sería injusto, pero un 42% es una barbaridad, no solo no quieren cambiar el mundo, como es su obligación, para hacerlo más justo, más solidario, más equitativo, sino que parecen estar a gusto con las corruptelas de sus mayores y dispuestos a perpetuarlas. Y esto solo se puede atacar desde la escuela. O enseñamos a los niños…, o vamos hacia una sociedad de defraudadores con carné.