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Beso – Por José David Santos

   

Esta mañana, durante una de mis carreras matutinas que me he impuesto, vi que una mujer de avanzada edad se paraba frente a uno de los grandes árboles que jalonan el camino de Las peras en La Laguna, se acercaba hasta su tronco y le daba un ligero beso, posando después su mano sobre el punto del ósculo. No era el gesto una decisión espontánea o fruto de un arrebato, parecía más bien que la señora llevaba a cabo una especie de ritual, de rutina, al pasar por delante de ese tronco en concreto. Hice mal, o no, en pararme y preguntarle qué significaba aquel gesto, qué historia se ocultaba tras una escena que creo pasó desapercibida para la veintena de corredores que a esa temprana hora del día transitaban por allí. Quizá, y es elucubrar, en ese tronco reposa algún recuerdo de la infancia, o contra él se quedó el cuerpo de algún familiar o amigo en un accidente, o entre sus raíces reposan los restos de algún viejo compañero gatuno o canino… La duda me lleva horas carcomiendo. En el fondo creo que hice bien en no pasar al modo interrogatorio, en dejar a mi imaginación las motivaciones de esa parada y beso, pero… Cuántas historias se esconden en pequeños gestos, en renuncias y silencios que han forjado las vidas de miles y miles de personas a nuestro alrededor. Hoy en día, con las estridencias de la actualidad informativa, de las grandes cifras económicas, de las ansiedades por vivir mucho y deprisa, dejamos a un lado a personas como esa señora que, estoy convencido, me hubiera dado una lección de vida con su relato sobre ese, hasta ahora, anónimo árbol.

@DavidSantos74