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Clarificar la corrupción y rectificar – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

   

Este fin de semana el Partido Popular ha difundido un amplio extracto de sus cuentas entre 2008 y 2011, así como las declaraciones de Renta y Patrimonio de su presidente y a la vez jefe del Gobierno, Mariano Rajoy. Tras el estallido del caso Bárcenas y las exigencias de transparencia suscitadas desde diversos ámbitos, el PP se comprometió a publicar su contabilidad, incluida la de sus grupos parlamentarios nacional y territoriales, y Rajoy hizo lo propio sobre sus cuentas con Hacienda. Se trata de la primera vez que se divulgan datos de esta naturaleza, tanto por parte de un partido político como de un presidente del Ejecutivo. Aunque ninguna ley obligue a hacerlo, en democracia no hay nada mejor que la claridad por eso de que, como dijo el profesor Tierno Galván, “los bolsillos de los gobernantes deben ser de cristal”.

RAPIDEZ Y CLARIDAD
Ha sido precisamente la opacidad y el ocultismo, junto a una clamorosa falta de control público de las actividades y el patrimonio de los dirigentes políticos, más la ausencia de la necesaria corrección social y penal, lo que más ha contribuido a fomentar la corrupción en la vida nacional, desde la Corona al Banco de España, pasando por los tribunales Constitucional y Supremo, el Gobierno, el Consejo General del Poder Judicial, los partidos políticos, el deporte, etc. hasta contaminar todo el sistema. Tanto que la organización Transparency International coloca a España en el puesto 13 de la UE y en el 30 del mundo en el ranking de los Estados más corruptos. Veremos si la reforma del Código Penal sobre responsabilidad de los partidos políticos y la futura Ley de Transparencia cortan el enorme descrédito de la clase política, aunque una gran mayoría de los servidores públicos mantenga comportamientos intachables.
El asunto Bárcenas -como antes otros escándalos de financiación ilegal de partidos, episodios de enriquecimiento ilícito de cargos públicos o de aprovechamiento individual de las finanzas de todos-, aparece rodeado de manipulaciones, intrigas , intereses, montajes, venganzas, desmentidos, filtraciones, conspiraciones, enriquecimientos ilícitos, asientos contables irregulares y toda la parafernalia propia de estos casos extraordinarios de corrupción en el ejercicio de las responsabilidades políticas individuales o colectivas. Lo malo es que en estas prácticas han participado todos los partidos, unos más que otros, de ahí que los reproches parezcan falsos y hueros, como ese “y tú más” que resuena cada vez que en la acera de enfrente salta un escándalo de este corte.

En una situación tan confusa como la actual, donde está en juego la credibilidad y el prestigio interno y externo del país y de sus instituciones más representativas, lo más razonable sería actuar con la máxima prontitud y claridad en el plano político, dejando la vertiente penal a jueces y fiscales para que, en su caso, depuren las responsabilidades a que haya lugar. No sé si para ganar tiempo, para evitar el debate en el Congreso o por su conocido repelus a enfrentarse a una rueda de prensa, el caso es que Rajoy y el PP se equivocan con la táctica seguida hasta ahora. Y se equivocan porque, cegando toda iniciativa parlamentaria con su mayoría absoluta y no compareciendo públicamente el presidente para someterse a las preguntas de diputados y periodistas, da la sensación de que el partido trata de ocultar algo realmente grave.

HECHOS MEJOR QUE PALABRAS
Está bien que el líder del PP empeñe su palabra, niegue que haya recibido o repartido dinero negro ni que esté en política para hacerse rico. Su vida pública le avala y su reconocidos recato, austeridad y modestia certifican que Mariano Rajoy ha seguido una trayectoria intachable; pero no es su persona la que está directamente en tela de juicio: es el comportamiento de su partido y de algunos dirigentes y empleados el que se pone en solfa. Por eventuales malas prácticas contables, ilegalidades, por engaños burdos y violación de normas vigentes, con o sin conocimiento expreso. Existen ya varios procedimientos judiciales, a contar desde la trama Gürtel, para tratar de desenmarañar y clarificar actuaciones presuntamente delictivas en el entorno del PP.

No importa que otros partidos, o dirigentes de partidos, se hallen en similar coyuntura: ya les tocará el turno de comparecer ante la Justicia. Lo que hoy está en juego es la credibilidad del PP, el primer partido de España y el que ocupa el Gobierno. Por eso no se puede esperar indefinidamente a salir de dudas. Si el PP tiene que cortar cabezas, que rueden cuanto antes; si ve preciso acudir a dimisiones y destituciones, exija las primeras y practique las segundas, lo más pronto posible. Y, aunque le resulte incómodo, acuda Rajoy al Parlamento a dar explicaciones -hasta donde pueda o hasta donde la prudencia le aconseje, sin faltar a la verdad-, que es lo obligado en una democracia que se precie.

No me parece mal que este asunto se focalice también en el debate sobre el estado de la nación previsto para los próximos días 20 y 21 de febrero; pero en ese caso se trata del “estado de la nación”, no del estado del PP, que es el que ahora mismo ocupa y preocupa a muchos ciudadanos, no sólo a los militantes o simpatizantes populares. Y ello, con independencia de si los papeles son verdaderos, falsos o prefabricados, como fruto de una cacería contra Rajoy y contra el PP, como denuncia esta formación política. Bastantes problemas derivan de la crisis económica y de la situación general del país para que el debate se ciña a una cuestión que puede y debe sustanciarse mejor, también en vía parlamentaria, en ocasión dispuesta a tal efecto.

DEMOCRATIZACIÓN Y TRANSPARENCIA
Pero, además de la credibilidad del PP y de sus líderes, está en juego el buen funcionamiento del sistema político que nos hemos dado; un sistema que, tras 35 años de aprobada la Constitución, necesita regenerarse a fondo ante la magnitud del problema. Los casos de corrupción se han extendido hasta el tuétano de la vida nacional y es preciso operar con urgencia para limpiar tanta suciedad. Espero que Rajoy lance alguna propuesta en el Congreso de los Diputados con el propósito de mejorar los mecanismos de control, internos y externos, de los partidos y propiciar su plena democratización, además de considerar inelegibles a aquellos cargos públicos que sean condenados por corrupción, agravar las penas ya existentes por delitos relacionados con prácticas viciadas o impropias, forzar la dimisión de los cargos imputados, evitar que los aparatich se adueñen de los entresijos de poder de los partidos para perpetuarse en ellos y dirigirlos a su antojo, propiciar un sistema electoral de listas abiertas para que ciudadanos y políticos se sientan más vinculados y próximos y mejorar todos los instrumentos de participación política en las instituciones sobre la base de la transparencia y el llamado gobierno abierto.

La regeneración pasa por acabar con el clima de tolerancia y permisividad social hacia todo lo que supone aplicación de la ley, guste o no guste, y la práctica de la buena fe, el esfuerzo, el sacrificio y la transparencia en todas las actividades públicas. En esta línea, el PP deberá aclarar por qué y contra quiénes va a entablar querellas o demandas, tal y como han anunciado varios de sus dirigentes, de modo que la opinión pública sepa dónde pone el ojo de la culpa en el enmarañado asunto Bárcenas. Y del mismo modo, deberá clarificar si la amnistía fiscal decretada por el Gobierno ampara o no a Bárcenas y a toda la tropa de corruptos del caso Gürtel, como suponen algunos. Los ciudadanos queremos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre este delicados asunto. Caiga quien caiga, como dijo la señora De Cospedal, secretaria general popular. O los partidos empiezan la regeneración por ellos mismos, para ser ejemplo de honradez y transparencia, o más pronto que tarde se viene abajo todo el aparataje constitucional del 78. Así de grave se presenta la situación de estos momentos, aunque el PP no sea capaz de advertir el tremendo impacto del ‘caso Bárcenas’ y su inevitable influencia en la agenda de Rajoy y en el día a día de la política.