Hay una primera lección a tomar de las elecciones italianas, eso incluso antes de analizar la letra pequeña, si el triunfo de los socialdemócratas de Bersani es suficiente para dar estabilidad a un paÃs que es en sà mismo una de las vigas maestras del proyecto europeo, como el miembro fundador que es del mismo. Y la lección es: tecnócratas, abstenerse.
En un contexto de desánimo generalizado y pésima imagen de la polÃtica en general, hay que dar el paso o quedarse en casa. Es lo que le ha ocurrido al primer ministro saliente, quien con su dimisión apresurada forzó la necesidad de la cita con las urnas. Mario Monti ha sido con toda probabilidad un buen primer ministro en un periodo de urgencia, el que siguió al desalojo de Berlusconi. Nada menos que eso, pero nada más. Ayer era el gran derrotado de los comicios, lo que nos dice dos cosas: primero, que ha sido sacrificado por la opinión pública, como impulsor de medidas racionales pero impopulares; segundo, que su narrativa tecnocrática ha sido un fracaso total, pues sus ministros/expertos renunciaron desde el principio a utilizar el corazón como herramienta de trabajo. Tampoco emplearon las tripas, las bajas pasiones, elemento habitual en la oratoria rencorosa de Berlusconi y sus acólitos. Pero a las malas artes es preciso combatirlas con algo más que informes de coyuntura y recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. A ver si se enteran de una vez, que a los malvados -y Berlusconi, objetivamente, lo es- no se les frena desde un despacho. Eso el profesor Monti lo tenÃa que haber entendido desde el principio, por una cuestión elemental de sentido de Estado, ese bien tan escaso en Europa (incluida España, claro).
Le viene a uno el recuerdo de la Alemania de entreguerras, cuando sólo un dirigente moderado fue capaz de hacer frente al fascismo que se abrÃa paso en la sociedad germana. Esa voz clarividente fue la de Walter Rathenau, industrial judÃo y patriota, ministro de excepcional cultura y sentido cÃvico. Bien que lo sabÃan los cachorros del nazismo que lo ametrallaron en plena calle en 1922, sembrando con ello las bases del caos posterior y su presunto remedio, el acceso de Hitler a la cancillerÃa. El triunfo escaso de Bersani será el mal menor, y habrá que ver ahora cómo se conjuga esta nueva sopa de letras, desde la derecha posfascista a los ecologistas pijos, para un paÃs que, aparte de un lugar maravilloso, es pieza clave en el tablero de la Unión Europea.