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La fauna – Ylka Tapia

   

Leyendo la categorización negativa que hace Manuel de Lorenzo en Jot Down sobre la humanidad, pensé en los diversos grupos de personas que se dan lugar en las comunidades en línea. Él los engloba en doce categorías, de las cuales, en mi opinión, sobresalen cuatro en las redes sociales: el cínico, el creído, el mentiroso, el bienqueda y el intolerante. Porque no me negarán que, en más de una ocasión, se han encontrado con alguno de estos prototipos. Y no, no estoy hablando de políticos. O sí.

Bromas aparte, uno de los principales problemas en estos espacios es la necesidad de emular al exitoso de turno que, por desgracia, a veces es uno de los llamados vende-humo. Sí, también en esta ocasión les hablo de un sector tecnológico que está en auge: el marketing digital.

En este ámbito abundan muchísimas personas que se autodenominan gurús, evangelistas… su único oficio conocido es impartir clases teóricas sobre la gestión, porque de práctica… más bien poca (¡como en la Universidad!). Es decir, que su habilidad principal es reciclar artículos de otros para incluirlos en sus speeches memorizados de pe a pa y sobrevivir a base de seminarios y conferencias. Pero oigan, una vez más les repito que yo no soy quien para censurar a nadie. Menos con la tasa de paro actual y con el espíritu picaresco que nos identifica.

Aparte de estos iluminados, cabe destacar a los seguidores de los famosos casposos, esos que salen en ciertos circos televisivos. Poco importa si el aclamado de turno tiene una orden judicial, siempre te encontrarás a alguien que le dirá que “es un máquina” o “que es su inspiración”. Puede que esté de hablando del periodista deportivo que hizo sexting y al cual difundieron sus imágenes (censuradas, afortunadamente) en Twitter, pero, como este, hay muchísimos ejemplos. La única explicación posible es que en este país todo vale para alcanzar la fama. Quizá Chomsky esté en lo cierto cuando asevera que una de las técnicas de manipulación mediática es “mantener al público en la ignorancia y la mediocridad”. No me cabe duda de que, en ocasiones, Internet se puede prestar a ello.

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