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Fausto – Por Estrella Ortega

   

Ya en la recta final de la vigésima novena edición del Festival de Música de Canarias, este 31 de enero recibimos en el Auditorio de Tenerife Adán Martín a la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (OFGC) con su director Pedro Halffter, el Coro Masculino de la OFGC, dirigido por Luis García Santana, y el tenor Robert Gambill con una fantástica e inusual oferta.

La obra programada Eine Faust Sinfonie (Una sinfonía Fausto) de Franz Liszt, basada en El Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, obra trágica que refleja el individuo eternamente insatisfecho dispuesto a venderse al diablo para solucionar su permanente inquietud, el retrato del hombre moderno que pasa la vida corriendo en pos de nuevas metas movido por anhelos cambiantes.

A propósito de la música programática, dice Liszt en una carta fechada en 1864 dirigida a Marie d’Angoult: “… las obras musicales que tienen un sentido general siguiendo un programa deben tener efecto en la imaginación y la emoción, independiente de cualquier programa. En otras palabras: toda la música bella debe ser de primera calidad y siempre cumplir las normas absolutas de la música que no deben ser violadas ni prescritas”.

En la lectura que escuchamos, el primer movimiento, Fausto, está estructurado en distintos bloques temáticos continuamente variados que caracterizan psicológicamente al personaje. Sin embargo, no se terminó el diseño de ese retrato, porque faltaron matices y los que se hicieron fueron algo bruscos. El segundo tiempo, mucho mejor encajado, perfiló a Margarita dibujando la dulzura e inocente feminidad. Para finalizar el tercer tiempo es el retrato de Mefistófeles, que resultó algo borroso. Otra vez se impuso esa tónica en la que la falta de profundidad interfiere en la fecunda escritura. El Chorus mysticus que se añade como la capacidad redentora del Eterno Femenino respondió compacto y suficiente subrayado por el tenor con una emisión a veces deficiente, seguramente por culpa de la nefasta ubicación que dispuso su colocación detrás de la orquesta.

Mas consecuente fue la partitura verdiana que ofrecieron de propina con la que se despidió la OFGC.