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Hampa y política – Por Rafael Torres

Lo común en los regímenes corruptos era la alianza y el conchabamiento entre delincuentes y políticos. Así fue en la América de la Ley Seca, en la Alemania de Hitler, en la Italia de la Mafia y la Camorra, o en la España de Franco. Desde hace un tiempo, sin embargo, diríase que el hampa ha prescindido de socios e intermediarios y se ha metido directamente en la política. Jesús Gil y Gil, precursor de la actual deriva, marcó instintivamente las pautas de ese desembarco desde la relativa modestia de una corporación municipal, pero que le sirvió, a él, a sus epígonos y sucesores, de laboratorio de ideas, y que me perdonen las ideas por relacionarlas con aquél hombre.

El gran descubrimiento efectuado en ese laboratorio fue la fórmula para que no hubiera nada, nadie, entre el ladrón y el dinero. De entonces a acá, siguiendo ese hallazgo, y a su estela, toda suerte de rufianes, mangantes y malhechores se han preocupado, antes de nada, de pillar acta de senador, diputado, concejal o consejero, o, en su defecto, de hacerse imprescindibles en la maquinaria profunda de algún partido político.

Lo corriente, antaño, era que el político con mando en algo se corrompiera con el tiempo y al contacto con los bandidos, pero ahora no parece sino que ya llegaran corrompidos. Incluso que les viniera de familia, como demostraría la existencia de diversas sagas de chorizos. Así, pues, al catálogo de actividades delictivas, atraco, extorsión, secuestro, robo con escalo, estafa, sirla, alunizaje, trata de blancas, narcotráfico, falsificación, chantaje, se ha añadido, con rango de carrera superior, la de la política. No tiene más que ventajas: se ejerce desde el interior del Estado, a resguardo de la intemperie, y, encima, el propio Estado subvenciona la adquisición de la lanza térmica y la ganzúa. Se cobra, además, un buen sueldo, se viaja en primera, se coloca a los parientes y a los amigos, y se garantiza uno una jubilación muelle y dorada. ¿Y qué decir si se pilla, aunque al parecer ya no se ofertan plazas, un destino en una Caja de Ahorros?
¿Y los políticos honrados, los no corrompidos? ¿Nada supieron, nada vieron, nada oyeron, no les llegó el hedor de la podre que les circunda? ¿Cuántos denunciaron la masiva intrusión de los miserables?

No parece que eso pueda sanearse ahora con unas cuantas declaraciones de la renta.