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¿Nos estamos enfermando?

LEOCADIO MARTÍN | Santa Cruz

El impacto psicológico de la crisis económica es algo difícil de negar. Lo estamos viendo todos los días. Personas cercanas o no, el tono general de las conversaciones … una realidad que nos rodea y que tiene su reflejo en la asistencia sanitaria y en la prescripción de medicamentos.

Recientemente hemos conocido como se ha producido un importante incremento en el consumo de ansiolíticos, por encima del experimentado incluso por las drogas ilegales. ¿Qué esta ocurriendo? ¿Cómo podemos evitarlo?

Obviamente, al menos una de las respuestas parece fácil. Cuando la crisis acabe se terminarán estos problemas de salud. ¿O no?
Creo que merece la pena que le dediquemos unas líneas a examinar que es exactamente la ansiedad, uno de los trastornos más comunes en el ámbito de la salud mental y otro de los términos de la Psicología que se ha introducido en el lenguaje cotidiano.

La ansiedad es un mecanismo humano de adaptación al medio y ayuda, si su intensidad no es excesiva, a superar ciertas exigencias de la vida.

En este sentido podemos considerar a la ansiedad como una defensa organizada frente a estímulos que rompen nuestro equilibrio emocional. La ansiedad, en positivo, es cotidiana y entra de lleno en el campo de la motivación que nos hace alcanzar metas. Es funcional y adaptativa.

La ansiedad por otro lado, como trastorno, se caracteriza por sentimientos de malestar, preocupación, hipervigilancia, tensión, temor, inseguridad, sensación de pérdida de control, y síntomas psicosomáticos. Quien lo padece necesita tratamiento.
Los datos que he mencionado previamente, nos dicen que el consumo de hipnosedantes -somníferos, tranquilizantes o sedantes-, se ha duplicado en los últimos años y el porcentaje de personas que los han tomado en 2011 se sitúa en el 11,4 % (Encuesta sobre Alcohol y Drogas EDADES 2011-2012).

Las causas de este incremento pueden ser varias. Desde la disponibilidad, tanto física como económica, de los mencionados medicamentos, hasta la tendencia a buscar soluciones externas a nuestro desazón o, como hemos comentado al principio, la indefensión que provoca la situación económica actual. O, quizás, una combinación de todas ellas.

Lo cierto es que, en los años de bonanza, la tolerancia a la frustración o, dicho de otra forma, la capacidad de sufrir para conseguir aquello que anhelábamos o para superar las adversidades de la vida, fue reduciéndose cada vez más.

Buscábamos soluciones inmediatas a nuestros sufrimientos en forma de medicación, sin permitirnos siquiera los procesos naturales que conllevan las situaciones difíciles habituales a lo largo de nuestra historia personal.

En cierta forma parece que teníamos que acoplarnos a un molde emocional y la medicación nos proporcionaba los ajustes necesarios para hacerlo.

Para la psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal de Madrid Enriqueta Ochoa, en declaraciones a El Mundo Salud, este aumento se debía a que “situaciones como la pérdida de una persona querida o de un trabajo, que provocan tristeza y ansiedad, y que hace años se consideraban normales, en los últimos tiempos provocan una mayor demanda de fármacos para mitigarlos”. Hay que valorar la importancia que tiene poder contar con este tipo de medicación para determinadas circunstancias y durante un período establecido.

Pero esta explicación puede hacernos entender como debido a las consecuencias de la crisis económica, el desempleo, la incertidumbre ante el futuro, la preocupación por la posible pérdida de trabajo o la sobrecarga laboral, hayamos incrementado el uso de medicación. En cierta forma es lo que estamos acostumbrados a hacer.

El cambio que pueda producirse en nosotros vendrá determinado de hasta que punto estamos dispuestos a recuperar nuestro espacio, nuestra libertad y, por supuesto nuestro bienestar mental.

Estamos inmersos en una profunda transformación social. Es nuestra decisión si queremos entrar en ella ayudados externamente o estamos dispuestos a ejercer nuestra autonomía individual.

Yo tengo muy claro que todo viene en un solo paquete. ¿Y tú?

LEOCADIO MARTÍN es Psicólogo
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