El viejo Navarro fue un parrandero majorero de prestigio que a la gente le gustaba oÃr. Andaba con su timplillo siempre bajo el brazo por si se cuadraba una parranda y se echaba unas coplas siempre originales, de producción propia, elocuentes. Unas graciosas y otras tristes, pero todas sentidas.
Los que tuvimos la oportunidad de conocerlo y de vivirlo en sus andares siempre vamos a recordarlo como un pasaporte directo al pasado, como una posibilidad de descubrir en sus coplas una parte de nuestro ser.
Afortunadamente, Domingo RodrÃguez Oramas el Colorao, ese genio musical que también nos transporta a otra dimensión de nuestro acervo identitario tocando magistralmente el timple, fue quien anduvo las últimas décadas con Navarro.
El Colorao fue quien lo observó como depositario de un saber que ahora ha sido elevado a la categorÃa de fuente del folclore. Por eso tuvo una grabadora a mano en los momentos estelares, esos que suceden fuera de los escenarios, entre amigos, cuando Navarro estaba entonado y con ganas metiendo esos arranques que le caracterizaban.
El resultado ha sido la confección de un disco doble con cantares en vivo, cuentos, anécdotas e historias que el viejo narraba constantemente y que viene a ser un compendio de los últimos 100 años del paraÃso en la tierra: Fuerteventura.
Es un disco colectivo, no sólo porque en él aparezcan otros históricos del cantar majorero, sino porque en su producción han colaborado muchÃsima gente e instituciones públicas y privadas.
Es un trabajo etnográfico, una investigación sobre la creación cultural de los pueblos, una parte de un trabajo aún inacabado, pero con el empeño que le conozco a Domingo el Colorao, uno de los grandes intelectuales, investigadores y creadores de la cultura canaria, de seguro que llegará a buen término..
En el perchero de mi casa guardo como oro en paño un sombrero que el viejo me regaló un dÃa que lo dejé en su casa después de una buena parranda en la fiestas del Time. Y todo el mundo sabe la importancia que los viejos concedÃan a su sombrero. A veces, cuando nadie me ve, me lo pongo por ver si se me transmite algo de su sabidurÃa, pero no noto nada. Lo intentaré oyendo el disco con el sombrero puesto.