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Corinna – Por Rafael Torres

   

Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, de soltera Corinna Larsen, Corina sin ene para el común, o princesa Corinna, según le gusta a ella presentarse, ha emergido de los fondos abismales de los altos chanchullos, y ha emergido a la bestia: empezó a hacerse carne visible retratándose con el Rey junto al cadáver de un elefante abatido presumiblemente por el propio monarca, se la entrevió en la penumbra de la noche africana en que éste se averió la cadera, irrumpió con mayor nitidez en los correos electrónicos de Diego Torres, y a partir de ahí su faz tuneada no ha abandonado ya la superficie de la vida corriente, portada de ¡Hola! incluida, lo cual pudiera atraer graves perjuicios para el oficio que se le presume, el de comisionista o conseguidora en la sombra. Corinna, amiga entrañable del Rey según confesión propia y antigua percepción general, enseña su rostro y sus inquietantes alhajas en publicaciones de toda laya, se apodera de las tertulias que vivían enfrascadas en las cosas de Bárcenas, de Cospedal y de Urdangarin, y se instala en la hora de España.