Ni una pizca de optimismo. Estamos metidos de lleno en un calamitoso caos económico y social, sin ninguna posibilidad de recuperación a corto, medio y largo plazo.
La mierda, hasta las narices; vivimos entre una severa crisis económica y la dictadura de una monarquÃa parlamentaria depreciada y corrupta.
Y conste que puedo aparentar tener un cabreo que me subo por las paredes, pero… ¿Saben lo triste de todo esto?, pues que no especulo con deseos, sino realidades incontestables.
El último barómetro del CIS habla por sà solo. Los ciudadanos sitúan el paro, la corrupción y el fraude, y a los polÃticos en general (partidos y polÃtica), entre los tres grandes problemas de la sociedad española. Obsérvese, por favor, que la crisis queda relegada a un cuarto puesto. Todo empezó con la crispación colectiva que generó Zapatero negando la crisis; después dimos el salto a la indignación, momento crucial del 15M, y ahora estamos instalados en la desesperación; los suicidios individuales son un sÃntoma claro del desespero.
Ignoro, de seguir progresando esta catástrofe económica y social, más las turbulencias democráticas y la corrupción, cuál será el siguiente paso que elegirá el pueblo; intuyo que estamos en la antesala de una revolución social, tipo mayo del 68 francés, que reconduzca los valores de una democracia real y el estatuto del ejercicio de la polÃtica y sus actores.
Cada vez se alzan más voces pidiendo, de una parte, un gobierno de concentración, y de otra, elecciones generales anticipadas. Y opino que ninguna de las dos alternativas colaboran a solucionar el caos de un sistema viciado en sus estructuras institucionales (polÃticos, partidos, empresarios, sindicatos y movimientos sociales en general). Sobre todo porque de poco servirÃa una iniciativa en la que participara las tres erres (Rey, Rajoy y Rubalcaba).
Hay que cambiar muchÃsimas cosas, pero jamás se podrá contar con los culpables de esta catastrófica situación del paÃs: ¡desesperación!