Le echaron mal de ojo a Bermúdez – Por Agustín M. González

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, dice el refrán. Mi compañero de fatigas y buen amigo Juan Chávez, al que cariñosamente llamamos el Viejito porque trabaja en el DIARIO desde los tiempos en que aún estaba vivo el Generalísimo, asegura con la sabiduría que le dan sus canas que al alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, le han echado un mal de ojo de mucho cuidado. Yo no me atrevo a afirmar tal cosa, pero sí es cierto que no parece normal la cantidad de follones que se le acumulan al regidor capitalino. Lo último ha sido el cese del gerente de la Sociedad de Desarrollo por sus discrepancias con el edil del PSOE y consejero delegado de la entidad, Tino Guzmán. Días antes se produjo el desgraciado accidente en la Gala de la Reina del Carnaval, en el que resultó gravemente herida la candidata Saida Prieto. Eso se le juntó a Bermúdez con una buena ristra de pleitos jurídicos, la mayoría heredados de mandatos anteriores: Las Teresitas, el Mamotreto, Las Huertas, Emmasa, la casa Siliuto, Mararía, etc. Pero hay más: el primer teniente de alcalde Julio Pérez dio la espantada de buenas a primeras. El Gobierno de Canarias sigue sin cumplir su compromiso con la rehabilitación del Parque Viera y Clavijo. La oposición solicita que se le retire a Emmasa la adjudicación del servicio municipal por no ejecutar las inversiones previstas en la ciudad. Los vecinos del Suroeste se sublevan por los cambios en las guaguas. Los empresarios se quejan de que el tranvía solo sirve para que la gente se vaya a La Laguna. El proyecto de Valleseco sigue en el dique seco. Costas se pone tiquismiquis y no autoriza las obras de San Andrés. Y cuando por fin parecía que el Plan General iba a salir adelante, la Cotmac lo vuelve a retener por la falta de un informe de Aviación Civil… Es para mosquearse; son demasiadas cosas. Si mi sabio amigo Juanito el Viejo tiene razón y esto es cosa de brujería, lo mejor que puede hacer Bermúdez es irse de peregrinación hasta Candelaria y meterse de cabeza en la pila de agua bendita. Y debería hacerlo pronto.