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La gran falla venezolana – Por David Sanz

   

Divide y vencerás. Esta sentencia, que se atribuye tradicionalmente a Julio César, creo que fue una de las claves que manejó con más acierto el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez. La provocación al otro, teñida de un mesianismo caribeño y profundamente paternalista, fueron las señas de identidad de su presencia en la arena política. Chávez fue la salida que encontró el pueblo venezolano al precipicio que llevó al país el Copei y la Acción Democrática. Un militar embriagado por el poder y con el convencimiento mesiánico de reencarnar la figura mítica de Simón Bolívar. Y la liberación para el pueblo venezolano no era otra cosa que el petróleo. Chávez hizo uso de los recursos de ser un país productor del oro negro para conquistar el terreno social y electoral que le hacía falta para recrear un estado a su medida. El programa social tuvo sus logros, es verdad, pero no consiguió a lo que aspira una sociedad democrática: consolidar una clase media que fortalezca el valor de la ciudadanía. Lo que sí hizo fue poner en primera línea de su gestión a los más pobres, pero sin dejar crecer lo suficiente a esta clase para que reconocieran que eran sus derechos los que estaban en juego y no la prerrogativa de un mesías que había venido a liberarlos de la esclavitud a la que tenía sometida la burguesía. Chávez hizo un gran programa social, en terrenos tan básicos como la educación o la sanidad, pero no quiso tocar las claves para que la sociedad madurara en democracia. Y es que, pese a sus cuatro victorias electorales, para Chávez la democracia era un adorno, el lavado de cara a un sistema caudillista. Su espíritu militar le hacía entender la política como un enfrentamiento entre buenos y malos, amigos y enemigos. Esta visión maniquea de la realidad partió en dos al país. Y en ese terreno es donde el presidente comandante se manejaba como pez en el agua. Quizá sea este el peor de los legados que ha dejado con su muerte y que Maduro, un sucesor puesto con el beneplácito de Cuba, tendrá que tratar de reconducir. Porque en unas elecciones tan próximas al fallecimiento de Chávez, el chavismo todavía se alimentará del espíritu de su líder, aunque es un movimiento abocado a desaparecer como todo poder tan personalista. Frente a él tiene a un opositor que se ha caracterizado por tender puentes, como es Henrique Capriles.