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El inexplicable diferencial de Francia – Por Jesús Sánchez-Quiñones González

La disposición de un producto concreto de una determinada marca en el lineal de un supermercado es determinante para captar la atención del consumidor. Está perfectamente estudiada cuál es la posición en el lineal que más atrae la atención del comprador. Existiendo muchas marcas disponibles para un mismo producto, su ubicación en el lugar adecuado del lineal es la forma de hacer resaltar una marca sobre todas las demás. Con la atención dedicada a los problemas económicos de los distintos países ocurre algo similar. Aun existiendo numerosos problemas, en cada momento todos los ojos de medios de comunicación, analistas e inversores se fijan en un problema concreto dejando los demás en un segundo plano. Desde 2009 el foco de la crisis en Europa se ha ido desplazando de país a país. Hace un año me atrevía a augurar que el siguiente país en estar en el ojo del huracán sería Francia. Diez meses más tarde, todavía no ha sido así, pero cada vez parece más probable que la siguiente turbulencia provenga de Francia. Desde que The Economist publicó en noviembre un reportaje muy crítico (The time-bomb at the heart of Europe) sobre la situación de Francia, las noticias sobre la economía gala no han sido en absoluto positivas. Sólo Fitch mantiene la máxima calificación a la deuda pública francesa, tras el recorte del rating de S&P a principios de 2012, y tras la rebaja anunciada por Moody’s en noviembre. En el análisis de Moody’s, se contraponían las acciones y medidas tomadas en España e Italia frente a la falta de reformas en el anquilosado modelo de crecimiento francés. A su vez, se criticaba el fuerte incremento de impuestos sobre el consumo, que penalizaría fuertemente el crecimiento francés. Las previsiones de crecimiento de la economía francesa no son nada halagüeñas. La producción industrial ha caído el 2% el último año. El déficit por cuenta corriente asciende a más de 61.000 millones de euros, equivalente al 2,1% de su PIB. El déficit de sus cuentas públicas es del 4,5% y ya ha adelantado que no cumplirá el compromiso del 3% en este ejercicio. Las medidas de política económica adoptadas por el gobierno Hollande, como la creación de 160.000 empleos públicos subvencionados, van en la dirección opuesta a las necesarias reformas en la Administración francesa para conseguir la confianza de los inversores internacionales. Para muestra un botón: mientras que España está siendo receptora de inversiones de empresas automovilísticas, la gala Renault, entre ellas, Francia ve recortar sus puestos de trabajo en el sector automovilístico ante la menor flexibilidad laboral y de costes. Sorprende que empresas automovilísticas francesas recorten inversiones en Francia y las aumenten en España. Sin duda, la reforma laboral aprobada en España ha ayudado a la elección de España como destino de estas inversiones, en competencia con otros países con potentes industrias automovilísticas. La reciente polémica generada con el fabricante de neumáticos estadounidense Titan International, cuyos responsables descartaron invertir en Francia tras la visita a varias fábricas, alegando que una cultura anti-empresarial de trabajadores, sindicatos y normativa no ayuda en absoluto a la imagen de Francia como destino de inversiones internacionales. El sistema bancario francés, igual que el alemán, no ha sido sometido a un ejercicio de transparencia y capitalización como el llevado a cabo sobre el sistema bancario español. El balance agregado de la banca francesa supone cuatro veces el PIB galo. En caso de aplicar un test de estrés como el aplicado en España, la cantidad de recursos necesarios para recapitalizar las entidades sería, previsiblemente, considerable. Francia sigue siendo la segunda economía de la zona euro, y hasta la fecha, no se ha puesto en duda la sostenibilidad de sus finanzas públicas. Pero no tardará en ser el foco de atención. Cuando esto suceda, su diferencial con Alemania difícilmente se podrá mantener en los niveles actuales: apenas 65 puntos básicos a diez años y 29 puntos básicos en los bonos a tres años. A los niveles actuales parece más sensato vender bonos franceses que comprarlos.

Jesús Sánchez-Quiñones González es DIRECTOR GENERAL DE RENTA 4 BANCO