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Un merecido homenaje

MUJERES AGRICOLAS LOS SILOS
María de los Ángeles Rodríguez, María Armas Acosta y Pilar Dorta Armas, recordaron su trabajo. / MOISÉS PÉREZ

GABRIELA GULESSERIAN | Los Silos

Sus manos y sus rostros son el fiel reflejo del duro trabajo que realizaron durante años y no precisamente en las mejores condiciones. Bajo el sol, con lluvia, en muchos casos enfermas, confiando a alguien la protección de sus hijos pequeños, pero siempre ahí, porque no tenían otra alternativa para poder llevar la comida a sus hogares.

Carmen Lorenzo Cejas de 84 años y residente en el casco; Carmen Hernández Álvarez (94 años de San José); Florentina Hernández Lorenzo (81 años, de Fátima); Mercedes del Rosario Pérez (76 años, de San Bernardo); María Salazar Lorenzo (67 años, de Erjos); María de los Ángeles Rodríguez Francisco; (80 años, La Caleta) María Armas Acosta (92 años, Tierra del Trigo) y Pilar Dorta Armas (80 años, Aregume), son sólo ocho nombres que simbolizan la labor y el esfuerzo que realizaron muchas peonas agrícolas de Los Silos en épocas complicadas y que, sin siquiera saberlo, han contribuido al desarrollo económico y social del municipio. Por eso, con motivo del Día Internacional de la Mujer, el Ayuntamiento ha querido brindarles el reconocimiento que merecen.

Las tres últimas hablaron con DIARIO DE AVISOS y sus testimonios, bastante similares sobre sus inicios y la faena en el campo, son, en su mayor parte, desgarradores. Sobre todo, cuando confiesan que no tuvieron niñez ni juventud, que nunca jugaron con una muñeca y tampoco pudieron terminar la escuela porque al fallecer su padre y ser la mayor de cinco hermanos tuvo que salir a trabajar, como es el caso de Pilar Dorta.

Aún así, se ríen recordando que mientras cortaban las piñas de plátanos cantaban e imitaban a Lola Flores, dicen picardías e intentan rescatar lo mejor de aquellos tiempos porque para algunas significaba escaparse de la realidad familiar.

“Con los compañeros nos llevábamos bien, nos contábamos las penas y siempre pensábamos en qué íbamos a comer ese día”. Esa era su rutina. “Nos levantábamos y acostábamos pensando en la comida”, cuenta.

Doña Pilar, como la conocen los vecinos, es una mujer muy querida en el pueblo que “nunca dejó de trabajar”. Todavía hoy, con 90 años, cuida gallinas, gallos pavos reales y patos. Desde que comenzó, a los 14 años, hizo de todo. Estuvo dos décadas en las plataneras y otros tantos años en las plantaciones de tomate, en el monte bajando leña y carbón y fue medianera. “Había que ganarse el pan porque no había que comer. Mi madre esperaba que las gallinas pusieran huevos para cambiarlos por café, petróleo y millo”.

La pena que siempre le quedará a Pilar es no haber terminado la escuela. De allí la quitaron a los tres meses para hacerse cargo de sus hermanos ya que al fallecer su padre su madre tuvo que salir a trabajar. “Hacía la comida, los cambiaba, al más pequeño lo tenía debajo del brazo siempre”, recuerda.

María Armas Acosta, de 92 años, pasó 80 en el campo plantando papas, sembrando trigo y chochos. En su caso, empezó a los 6 años, la llevaba su padre y le decía: “lo tienes que hacer de esta forma”. Todavía se conmueve cuando lo cuenta y se desconsuela al comparar la faena de aquellos años con la actual. “Todo era muy bruto y nos exigían cosas que no podíamos hacer”, se lamenta.

Su vida no difiere mucho de la que tuvo Pilar; al ser la mayor tuvo que responsabilizarse de sus hermanos mientras sus progenitores llegaban de darle de comer a las vacas. Tampoco fue a la escuela y encontró en el campo la distracción que no tenía en su casa. De sus ocho hijos, 14 nietos y 4 bisnietos, ninguno ha seguido sus pasos. “Van al campo si se les ofrece”, apunta.

María de los Ángeles Rodríguez cumple este mes 80 años. Su primer trabajo fue bajando leña del monte y a los 14 años sus padres la mandaron a las plataneras a cargar estiércol. Allí pasó casi toda su vida haciendo las mismas tareas que los hombres, como quitar la flor, cortar el forro y picar rolos para luego botarlos y que de hecho, compartió con su marido, quien empezó a los ocho años. “No quedó una platanera en la que no estuviéramos”, asegura orgullosa.

SIN DESCANSO

Sin embargo, a diferencia de su esposo, que se permitía descansar cuando llegaban a casa, su labor continuaba con las tareas del hogar. “Sólo dormía tres horas porque tenía que hacer la comida y ordenar la ropa” para que sus cuatro hijos varones fueran al día siguiente al colegio. Trabajando en el empaquetado quedó embarazada de dos gemelas. Fueron ellas quienes la convencieron para que a los 69 años se retirara definitivamente.

Pese a que las tres se dedicaron a hacer el mismo trabajo que cualquier hombre de aquella época, cobraban menos por ser mujeres. “Pero no decíamos nada porque no se podía, había que callarse la boca”, recalcan. Sin embargo, los duros momentos que atravesaron no les impide guardar buenos recuerdos de su etapa como peonas agrícolas y se “desconsuelan” cuando ven una manilla de plátanos o un solar sembrado de papas, “que ya ni siquiera tienen gusto, como las de antes”.

Por eso, se emocionaron cuando desde el Ayuntamiento les avisaron que iban a ser homenajeadas en el Día Internacional de la Mujer. Un reconocimiento que llega después de muchos años de esfuerzo y que por sobre todas las cosas, agradecen.