Cuando nos acercamos con interés a la historia del universo femenino en Canarias solemos hacer uso de nuestra propia memoria, la familiar y lógicamente la más cercana. Las preguntas socorridas para iniciar la indagación suelen ser las siguientes: ¿cómo fueron y cómo vivieron las mujeres de mi familia?, ¿con qué tipo de herramientas se hicieron para enfrentarse a los tiempos en los que les tocó vivir? Es de sobra conocido que en el pasado la vida y el destino de las mujeres isleñas quedaban bastante condicionados por el entorno en el que llegaban al mundo. La sociedad de aquellos tiempos, estamental (clasista) y muy conservadora, que vivÃa bajo la atenta y férrea mirada de la Iglesia, tenÃa preparada a la mujer un papel muy especÃfico: atención a la familia y sumisión al marido si alcanzaba a contraer matrimonio. Independientemente de la condición económica y social del núcleo familiar en el que naciesen nuestras protagonistas, su destino quedaba supeditado al del hombre en todos los aspectos y sentidos de la vida; asà estaba escrito desde los tiempos más remotos. Me resulta difÃcil comprender cómo los estudios de historia se han ocupado bien poco del papel de las mujeres; es como si la mitad de la población en Canarias fuese invisible y, siendo sincera, les digo que todo esto me lleva a la conclusión de que las mujeres, salvo casos excepcionales por su protagonismo indiscutible, han sido ignoradas como sujetos históricos de relevancia. Esta sorpresa la fundamento en la dificultad que tenemos los aficionados a la literatura de carácter histórico cuando se nos antoja leer algo sobre el papel femenino y su protagonismo en la historia de Canarias. Soy consciente de que en los últimos años se atisba una preocupación por el papel de la mujer en la historia de Europa, pero si nos atenemos a Canarias tenemos que bucear en la literatura de exploradores y estudiosos, fundamentalmente extranjeros, y en los relatos que hacen estos del paisanaje isleño en general y en el de la mujer en particular. Gracias a las narraciones de viajeros, podemos observar a nuestras antepasadas en las más diversas labores: en la casa, en la huerta, en las cocinas, con los niños… Si nos asomamos a los tiempos de la emigración masculina, pues sumen a lo anteriormente expuesto los episodios de soledad, el temor a la enfermedad, los miedos cotidianos y la absoluta certeza de que sin ellas sus familias quedaban en la indefensión. Realmente, nuestras madres y abuelas no podÃan permitirse el lujo de indisponerse ni ausentarse un solo dÃa de la rutina del trabajo y el esfuerzo de aquellas jornadas largas. Me resisto a acudir a los tópicos cuando hablo de las mujeres; creo que necesitamos una reflexión serena sobre el pasado, pero sobre todo sobre el futuro. Siempre he pensado que la visión que tenemos las mujeres de la realidad que nos circunda es bien distinta a la masculina. Hoy las abuelas de Canarias están haciendo una labor enorme para amortiguar los efectos de la crisis. Hoy son fundamentalmente ellas las que están paliando los efectos de la penuria. El 8 de marzo haré mi particular y sentido homenaje a las mujeres de todo el mundo, y me van a permitir que me detenga a abrazar a las abuelas de mi tierra.
*CONSEJERA DE ACCIÓN SOCIAL DEL CABILDO