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Nostalgia de sabores en El Calderito de la Abuela

   

El calderito de la abuela está situado en la situado en la Carretera Provincial de Santa Úrsula

El calderito de la abuela está situado en la situado en la Carretera Provincial de Santa Úrsula

CRISTINA HERNÁNDEZ | Santa Cruz

Si tuviese que elegir un plato que me traslade a la niñez y me recuerde a esos sabores de antaño es, sin duda, las papas guisadas con sardinas y cebollas. Era la típica comida que preparaba mi abuela siempre que iba con mis tíos a plantar o recoger papas. Ah, eso y un buen trozo de queso tierno. Supongo que como a mí, esto es algo que le pasará a muchos. También recuerdo a mi padre preparando una deliciosa ensalada de caballas, tomates, cebollas y aguacates, con un toque de sal y orégano que recogía él mismo. Plato delicioso más aún cuando los tomates eran de nuestra huerta. Tan carnosos y aromáticos como sabrosos. Otro plato que recuerdo con especial nostalgia es el queso blanco a la brasa con mojo de cilantro. Pero no cualquiera. El que hacían en el restaurante La Pradera, en Barlovento, cuando lo regentaba Eladio Pérez. El mejor queso asado que he probado nunca.

Esta semana decidí cenar a El Calderito de la Abuela, un restaurante situado en la Carretera Provincial de Santa Úrsula y que lo tenía entre los pendientes desde hace mucho tiempo. Al frente de sus fogones, los hermanos Mario y Fabián Torres, hijos del conocido cocinero canario Mario Torres, cocineros y propietarios tanto de este como de La Bodeguita de Enfrente. Por recomendaciones, sabía que allí se comía bien pero no había ahondado en el tipo de comida que ofrecían. Y entre tanto plato con nombres interminables y tanta cocina creativa puedo decirles que salí mucho más que satisfecha. No solo por la comida sino por las emociones que me produjo. Además de un servicio de sala a la altura, la decoración daba sensación de hogar a través de un rústico elegante, con unas vistas al Valle de La Orotava y Puerto de la Cruz envidiables. Y como bien indica su nombre, su carta me recordó a mis abuelas. Y tiene todo el sentido. Desde los entrantes hasta los postres su carta huele a canario pero a la vez salpicada con platos del recetario internacional como el foie micuit casero, croquetas de pescado con ensaladilla, calamares a la andaluza o huevos al estampido. Pero, sobre todo, huele a cocina de la buena, auténtica, de la de toda la vida. Sopa de pescado, arvejas con huevo duro, queso frito, garbanzas, ensalada de sardinas, conejo en salmorejo, huevos moles o frangollo son la muestra de esa cocina canaria que entremezcla tradición con elementos más actuales de nuestra gastronomía. Un pan excelente y el café, cómo no, en cafetera.

Buena bodega con una importante representación de vinos canarios, mención especial al de la casa, Terral 205. De toda la carta, sin dudarlo, pedimos el escacho de papas con sardinas (picadillo de sardinas en conserva con cebollita picada huevo duro y papas guisadas), que, presentado con un toque creativo, fue como regresar a esas huertas de papas recién cavadas con el mantel de cuadros sobre la tierra de Los Catalanes. De segundo, las carrilleras de cochino negro, que, tal y como indicaba la carta, su salsa era para recordarla en el tiempo. El gofio escaldado con caldo de pescado, mojo de cilantro y cebolla roja no dejaba lugar a dudas: en esos fogones cocinaba mi abuela.