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El petróleo puede romper a CC – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

   

El siempre moderado Castro Cordobez ha venido a confirmar esta semana lo que en los ambientes políticos hace tiempo que se da por sentado: la cuestión del petróleo en aguas de las Islas ha convertido a Coalición Canaria en un nido de grillos. Y este asunto no es una cuestión menor porque puede acabar rompiendo el partido. Es cierto, como afirma el presidente del Parlamento, que quien tendría que negociar sobre el asunto es el Gobierno de Canarias, pero las opiniones en el seno de la formación nacionalista -lo mismo que en la socialista, dicho sea de paso- no sólo se manifiestan divididas, sino que claramente, y así lo dicen cualificados dirigentes coalicioneros, ganan posiciones quienes son partidarios de un entendimiento con el Ejecutivo central. Aunque algunas instituciones piensan lo contrario y consideran que es preciso forzar la máquina política, social y jurídica para seguir enfrentándose al problema con determinación obstruccionista.

Pero se presenta muy difícil la unidad que reclama Antonio Castro. L a posición del Gobierno de Rajoy, pase lo que pase y diga Canarias lo que diga, no va a variar, salvo que la Justicia -algo muy improbable- dictamine lo contrario; es decir, las autoridades nacionales apoyarán sin reservas las prospecciones petrolíferas. Y en caso de que existan hidrocarburos, permitirán su extracción por considerarla “de alto interés nacional”. Y es lógico. No existe país en el mundo que se niegue a extraer las riquezas existentes en su suelo y subsuelo, terrestre o marítimo, ante la eventualidad de que se produzca un accidente. Hasta en lugares teóricamente muy peligrosos, como en el Mar del Norte, donde suelen darse olas de ocho y diez metros de altura, las plataformas petrolíferas realizan trabajos extremadamente complejos con las máximas condiciones de seguridad posibles.

Las posturas que, con matices diferenciadores, han mantenido esta semana el presidente del Cabildo tinerfeño, Ricardo Melchior, y el alcalde de La Laguna y presidente de Coalición Canaria en la Isla, Fernando Clavijo, al mostrarse, con condiciones, favorables a las prospecciones petrolíferas en aguas españolas situadas a unos 60 kilómetros de Fuerteventura y Lanzarote, van abiertamente en una línea que trata de evitar la confrontación con el Gobierno del Estado y favorecer una postura pragmática y realista. Frente al fundamentalismo nonista que, junto a los titulares de los cabildos majorero y conejero, defiende a ultranza el presidente Rivero -cada vez más solo a estos efectos entre la dirigencia de su partido-, otros representantes nacionalistas creen llegada la hora de cambiar de postura. Y, dada la imposibilidad legal -al menos por ahora- de frenar las prospecciones, prefieren buscar los medios más apropiados para que Canarias se beneficie por distintas vías -logística, fiscal, industrial y de empleo, principalmente- del eventual hallazgo de hidrocarburos.

El Gobierno de Rajoy parece proclive al entendimiento, y si bien no ha dado el paso diáfano que cabía esperar, al menos se ha mostrado favorable al posible establecimiento de un gravamen o tributo en favor de Canarias sobre las extracciones de petróleo que se efectúen en estas aguas atlánticas. Es un paso modesto, pero sirve como punto de arranque para otros logros. Por el ahorro en divisas y por su aportación a la riqueza nacional, sobre todo cuando España -y con ella Canarias- depende en grado sumo del petróleo extranjero, el posible hallazgo de oro negro no se va a detener; y tan pronto como se pueda -en menos de un año- comenzarán las prospecciones una vez que se apruebe el informe medioambiental que se prepara contra reloj. Sería un verdadero dislate tratar de paralizar un proyecto de esta naturaleza cuando se sabe que, de producirse un accidente, las corrientes marinas alejarían de Canarias cualquier hipotético vertido. Y sabiendo también que unos pocos kilómetros de distancia, no más de ocho o diez, Marruecos busca también petróleo bajo una legislación bastante menos estricta que la comunitaria que tendrán que aplicar Repsol y sus socios, la alemana RWE Dea y la australiana Woodside.

Es muy cierto que al Gobierno de España le ha faltado más que tacto a la hora de entenderse con las autoridades canarias. Ni siquiera lo intentó. No sé si por culpa del ministro Soria o por su deseo irrefrenable de aplicar el indebido ‘ordeno y mando’, el caso es que resucitó el asunto a instancias de Repsol después de que Zapatero lo olvidara deliberadamente durante siete años, en una absurda política de conveniencia, según soplaran los vientos de las alianzas parlamentarias. Y si no era razonable esta política, tampoco lo fue la del Gobierno canario, ni la de CC (ni la del PSOE, que cambió de parecer al llegar al poder regional) con sus rectificaciones, divisiones internas, despropósitos y populismos varios. En esta cuestión ha faltado grandeza y sentido común y han sobrado pasión y contumacia en el error.

Ningún dirigente ha querido asumir responsabilidades impopulares para explicar a los ciudadanos, sin demagogias ni medias tintas, que, por encima de cualquier consideración, el Estado no puede dejar de aprovechar unas riquezas potenciales que aportarían a España unas utilidades económicas que el país no puede desperdiciar. Claro que existe la posibilidad de un accidente, pero es bastante improbable. También se da riesgo, y más grave, en una central nuclear. Y en las térmicas. Y en la refinería santacrucera. Y en cualquier instalación química o industrial que maneje productos inflamables. Y asimismo se corre peligro al montar en bici, moto, coche o guagua. Y cuando se camina por la calle puede existir alguna contingencia. Lo mismo al subir a un avión, y no por ello dejamos de caminar y viajar o utilizar los medios convencionales de transporte. Eso de manejar permanentemente la posibilidad de accidente no deja de ser una simpleza demagógica, un recurso pueril y fatuo. Como el invocar la importancia del turismo en el desarrollo de las islas orientales e la oposición a las prospecciones de la mayoría de la población. Turismo y petróleo no sólo son perfectamente compatibles sino que el primero no sería posible -al menos en Canarias- de no existir el segundo, del que se sirven los grandes medios aéreos y marítimos que conectan países y continentes para traer aquí a quienes visitan esta tierra. Es cierto que se dan mayorías adversas en asuntos impopulares o molestos. Nadie quiere cementerios cerca de su casa. O vertederos. Ni siquiera gustan las antenas o los cables eléctricos. Por no gustar, no gustaba ni siquiera la OTAN. La demagogia y el populismo que se ha hecho en Canarias, sobre todo en Fuerteventura y Lanzarote, es algo que conviene reconducir. Por el bien de todos, empezando por los propios habitantes de ambas islas, que no se merecen unos dirigentes frivolones capaces de insuflar el temor y aun el miedo entre la opinión pública manipulando así, supongo que por razones electoreras, en vez de abrir una información desapasionada y objetiva sobre las ventajas e inconvenientes de las prospecciones petrolíferas.