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La sepulturera sin muertos

   

Una de las imágenes de Loly Tomé en el reportaje de Fusionfoto que tanto molestó al entonces alcalde de Fasnia, Pedro Hernández. / ANDRÉS GUTIÉRREZ

Una de las imágenes de Loly Tomé en el reportaje de Fusionfoto que tanto molestó al entonces alcalde de Fasnia, Pedro Hernández. / ANDRÉS GUTIÉRREZ

NORBERTO CHIJEB | Candelaria

Su vida cambió hace seis años cuando casualmente tuvo que ayudar al sepulturero de Arafo en sus labores. Poco después, tras especializarse como oficial de primera, Carmen Dolores Tomé Jorge se convirtió en la primera mujer que ejercía de fosero o sepulturero en las Islas, logrando su primer trabajo como tal en febrero de 2008 en el Ayuntamiento de Fasnia, aunque en agosto de ese mismo año fue despedida.

Unos cuantos reportajes entonces en varios medios de comunicación y quizás, según ella, el porcentaje por las lápidas, le costó el despido, que poco después se consideró improcedente por “machismo”. El alcalde en aquella época, Pedro Hernández Tejera, recurrió la sentencia, pero finalmente, en marzo de 2011, el TSJC decretaba que Loly Tomé tenía que ser readmitida en su trabajo o ser indemnizada con 8.000 euros. El alcalde prefirió pagar y, desde entonces, la sepulturera de 43 años busca un camposanto para volver con sus muertes, que bien podría ser Fasnia, hoy sin fosero.

Una traumática separación de su marido, que terminó en alejamiento de este por acoso psicológico, y la depresión por perder el trabajo que tanto adoraba la trasladó, junto a sus dos hijas, a Villanueva de la Torre, en Guadalajara. Allí también ejerció como peón de cementerio.

Loly quiere volver a trabajar. | NORCHI

Loly quiere volver a trabajar. | NORCHI

De regreso a Tenerife, Loly Tomé ha trabajado como administrativa, cajera y peluquera, pero hoy, a la espera de superar una hernia discal que la tiene en el dique seco, trata de buscar un hueco entre los sepultureros de la Isla y regresar al trabajo que tanto le llena. “Estaría dispuesta a trabajar en cualquier cementerio por 800 euros al mes”, nos comenta mientras observa las lápidas del camposanto de San Francisco, en Igueste de Candelaria, pueblo donde vive hoy de alquiler junto a sus dos hijas.

No se considera una mujer rara, por mucho que sus amigos no entiendan su amor por los muertos. “Es un trabajo como otro cualquiera, yo empecé de peón de limpieza en Arafo y cuando ayudé a desenterrar huesos me pareció de lo más normal. Es algo que he tratado de inculcar a mis hijas, a quienes desde los cinco años he traído en muchas ocasiones al cementerio. No hay que temer a los muertos”.

Cuando obtuvo la plaza en Fasnia muchos fueron los que pusieron sus miradas sobre ella, pero “todo el pueblo terminó encantado conmigo, muchas veces llegaba a casa como si hubiera venido de hacer la compra, no paraban de regalarme cosas”, afirma orgullosa. Pero precisamente la fama, “el salir en los papeles y la televisión”, fue para ella el detonante de su despido. “El alcalde no veía bien que ese trabajo lo hiciera una mujer y además quería enchufar a alguien de su partido”, finaliza.

La exsepulturera, el miércoles, en el cementerio de Igueste. / NORCHI

La exsepulturera, el miércoles, en el cementerio de Igueste. / NORCHI

“HAY QUE TEMER A LOS VIVOS, NO A LOS FALLECIDOS”

Loly Tomé lo tiene claro y por su experiencia personal considera que “a los muertos no hay que tenerles miedo, solo a los vivos”. Le encanta el silencio y la soledad de los cementerios. “Aquí aprendí a ser persona”, afirma sin rubor, aunque no le duelen prendas en reconocer que “la muerte es un gran negocio; hoy un entierro te puede salir por dos mil euros” y tal vez para defender a la profesión que tanto ama, lanza un dardo contra las incineraciones, al considerar que “hay mucha pantomima en ellas, porque las cajas las aprovechan para otros y a veces ni las cenizas son del muerto”, sentencia. Y pese a los años transcurridos, mantiene su rebeldía ante la desigualdad con los hombres: “Mi familia y amigos hubiesen preferido que agachara la cabeza y lo dejara, pero seguiré luchando contra el machismo”.