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Alemania, daños de guerra – Por Rafael Torres

Grecia está estudiando solicitar a Alemania las reparaciones e indemnizaciones por los daños causados por esta cuando invadió el país heleno en la II Guerra Mundial. Quien dice Grecia, dice el gobierno y el pueblo griegos, y quien dice Alemania dice Angela Merkel y el neoimperialismo alemán que encarna y que ejecuta desde esa sociedad instrumental que atiende al nombre de troika. Serían, solo en lo estrictamente económico, unos 160.000 millones de euros, que corresponderían a las devastaciones materiales perpetradas por el ejército del III Reich y al saqueo de su Banco Central, pues el valor de las vidas de los centenares de miles de griegos muertos por hambre, fusilamientos y otros crímenes de guerra no es mensurable, como es natural, en términos económicos.

De recibir Grecia esa suma que en buena ley le corresponde, podría restarla a la que los prestamistas internacionales, liderados por Merkel, le concedieron en concepto de supuesto rescate, de suerte que los griegos podrían volver a comer todos los días, condición indispensable para espantar el abatimiento y hallarse en condiciones de sacudirse la tiranía miserabilizadora de la usura. Por supuesto que Alemania, que destruyó Grecia entre 1941 y 1944 y que hoy vuelve, de otra manera, a echarle las manos al cuello, no va a soltar un duro de lo que le debe, pero no sería Grecia el único país mediterráneo que podría reclamar, para respirar un poco, las reparaciones por los muchos daños causados por la vesanía nazi y por la implacable maquinaria de destrucción de la Wermacht, que usó, obediente y sumisa, para la consecución de sus brutales designios. España, sin ir más lejos, pues su situación no difiere gran cosa de la griega, también podría reclamar lo que, por estragos de guerra, Alemania le debe.

La actuación de la Legión Cóndor alemana contra el gobierno español entre 1936 y 1939 sin declaración oficial de guerra, sus bombardeos contra la población civil de Guernika, Barcelona o Almería, los hundimientos de naves mercantes en aguas españolas y tantas otras devastaciones justificarían sobradamente esas reparaciones.

Por desgracia, la germanofilia del Gobierno de Rajoy no nos permite soñar siquiera con ese gesto de cordura y dignidad para aflojar el dogal alemán que nos asfixia.