tribunales > muerte de una mujer en el valle de san lorenzo (julio de 2010)

Así intentó engañar a la Guardia Civil el acusado por el asesinato en el Sur

El acusado de matar a su mujer, en la sesión del pasado lunes. | O.M.
El acusado de matar a su mujer, en la sesión del pasado lunes. | O.M.

TINERFE FUMERO | Santa Cruz de Tenerife

El varón de 41 años de edad y nacionalidad húngara acusado por el asesinato de su esposa en julio de 2010 pretendió engañar a la Guardia Civil en repetidas ocasiones e intentó continuar su vida como si nada hubiera pasado, tal y como se recoge en los atestados elaborados por los efectivos del Instituto Armado encargados de la investigación, cuya declaración al respecto se incluyó en la segunda jornada de la vista oral que sobre este caso celebra esta semana la Sección Quinta de la Audiencia provincial de Santa Cruz de Tenerife.

Como recordarán los lectores, el acusado -identificado por las iniciales P. L.- reconoció el pasado lunes que su esposa murió a raíz de una discusión entre ambos en su domicilio de Valle San Lorenzo, pero asegura que el óbito fue producto de un accidente.

Cuando se produjeron los hechos (8 de julio de 2010) el acusado hizo todo lo posible para desligarse de todo tipo de relación con la muerte de la mujer, cuyo cadáver ocultó bajo rocas en las cercanías del campo de fútbol de San Roque (San Miguel de Abona), conducta que el pasado lunes achacó a su nerviosismo.

Sin embargo, la Guardia Civil explica que fue a partir de las tres de la tarde cuando se inicia la investigación a partir de una denuncia de una compañera de trabajo de la víctima, que no del esposo de la misma.

Cuando se produce el primer contacto con éste, el ahora acusado accede a ir al cuartel de la Benemérita, donde asegura que no ha visto a su mujer desde la madrugada, que cuando llegó de actuar con su banda de música estaba durmiendo y cuando se despertó ya no estaba.

Tras comprobar que la mujer no está en la casa, el acusado vuelve al cuartel mientras una patrulla encuentra rastros de sangre en la matrícula del vehículo del acusado, un Mercedes. Un examen más minucioso permite comprobar que también hay sangre en la maleta.

Cogido en su primera mentira, el acusado adujo que cuando despertó no vio el Mercedes en el garaje y que se movió en su motocicleta hasta el hotel donde por la noche volvía a actuar, para descubrir a la vuelta que el coche estaba aparcado por fuera. También es cuando por fin se decide a presentar denuncia por la desaparición de su esposa.

Según va contando, asegura que se entera por la llamada de una compañera, y a su vez realiza un par de llamadas a otras amigas. De la sangre dice no saber nada, pero cuando vuelven a inspeccionar la casa encuentran unos tenis que negó usar desde hace tiempo pero en los que también hay sangre y plantas frescas. También apunta que echa de menos un sobre con 700 euros que debían ser ingresados.

Poco a poco, sus mentiras caen como naipes. Nadie del hotel asegura haber visto aquella mañana al acusado, las pruebas confirman que todos los vestigios hallados son de sangre y nadie ha ingresado nada en el banco. tampoco convencen sus explicaciones sobre las heridas que presenta en las manos.

Tras ser detenido, el acusado se derrumba y reconoce que su esposa murió cuando discutían. Pero tampoco señaló el sitio exacto donde ocultó su cuerpo, aunque sí aproximado.