Escuchando la canción que da título a este artículo, uno de aquellos himnos de la eclosión turística de este núcleo costero obra de Los Huaracheros allá por 1962, y mezclando el melancólico sabor de su letra con la realidad tozuda de este pueblo en abril de 2013, fluyen muchas preguntas y algunas conclusiones. Entre estas últimas parece que no haya quien defienda el futuro de Bajamar, por lo que intuyo que tendrán que ser sus habitantes, 2.239 personas según el INE en 2012, los que despierten del letargo y reclamen la colección de promesas políticas incumplidas de los últimos 30 años.
Como periodista he asistido, y por desgracia colaborado de manera inconsciente, con muchas de esas ceremonias de la confusión planteadas por nuestros queridos políticos; me refiero a todas esas presentaciones de proyectos para revitalizar Bajamar, ya fuera en el apartado turístico (otra eterna cantinela); en nuevas infraestructuras; lavado de cara; edición de insulsos e inútiles folletos… Y ahora desembarcan la genial idea de cercenar el uso de la costa con una ordenanza errática. Considero que el clima relajado, el sosiego y la tranquilidad que reina en Bajamar ha hecho que algunos puedan pensar que sus habitantes, de antes y ahora, duerman y no sean capaces de reaccionar ante tantos años de olvidos, algunas chapuzas memorables (el dique de la playa es un buen ejemplo) y otras injusticias. Eso y que se considera que el peso electoral de esta población tampoco es muy significativo en el municipio. Por eso insisto en que un voto sigue siendo un voto, pero creo que un clima social de desengaño unido a las ansias por un futuro mejor; puede ser que desencadene una respuesta ciudadana inesperada en toda la comarca. Así sea.