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Condenan al Consistorio a pagar al vendedor ambulante de helados

   

Isidro Sánchez, sin el negocio donde invirtió sus ahorros, espera el fallo definitivo de la justicia. | N. DORTA

Isidro Sánchez, sin el negocio donde invirtió sus ahorros, espera el fallo definitivo de la justicia. | N. DORTA

NICOLÁS DORTA | Arona

El Juzgado de lo Contencioso Administrativo Número 3 de Santa Cruz ha condenado al Ayuntamiento de Arona a indemnizar por daños y perjuicios al que fue propietario de una empresa dedicada a la venta de helados en la calle mediante triciclos. En septiembre de 2011 se clausuró la actividad tras haberle concedido licencia. Dicha sentencia ha sido recurrida por la administración local al entender que la venta de helados en la vía pública estaba causando molestias a los establecimientos de la zona y que los triciclos se ubicaban en zonas sin autorizar, apoyándose en informes de la Policía Local. La sentencia y el recurso de apelación están fechados en diciembre del pasado año, y de momento no hay respuesta por parte del juzgado.

Mientras, Isidro Sánchez, propietario de esta heladería ambulante, ahora convertida en nada, sigue sin trabajo desde septiembre de 2011, cuando apenas abierto el negocio, el Ayuntamiento, que en un principio le dio autorización, lo clausuró. Sánchez vendía los helados en lugares de la zona turística y el negocio le fue bien, llegando a tener hasta diez carritos y varios empleados. Pensaba extender los triciclos a otros municipios, incluso fuera de Tenerife. Pero se ha quedado con pocas posibilidades económicas de remontar su empresa, aunque “afortunadamente” sí pudo “pagar a los empleados”, explica a DIARIO DE AVISOS.

Ha tenido que vender varios vehículos de helados para subsistir y actualmente vive de lo que puede. “Voy al mercadillo de Guaza a vender cositas, lo que recojo de lo que me dan”, explica Isidro, quien espera que la justicia desestime el recurso de la administración local y “poder algún día vender helados”.

“Creo que esto fue una buena idea, atraía a los turistas y creo que no molestábamos a nadie”, dice Isidro. Cuando el negocio comenzó en septiembre de 2011 tenía autorización hasta octubre, pero no llegó a ese mes e Isidro denunció al Ayuntamiento. “Solo pido que me dejen reactivar esta actividad”, dice.

A sus 53 años, pocas opciones laborales “estables” le quedan a Isidro que no sean reinventarse, como intentó hacer con la venta de helados, después de haber trabajado muchos años en la construcción en el Sur, donde reconoce que “se hacía dinero, había trabajo, pero eran otros tiempos”, explica Sánchez.