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Exprópiese – Perplejita Me Hallo

   

No he parado de aplaudir el decreto andaluz sobre desahucios desde que leí sobre él. Expropiar a los bancos el uso de las viviendas hasta un máximo de tres años para evitar el desahucio de familias en riesgo de exclusión social me parece una medida valiente y necesaria, siempre y cuando se circunscriba a los bancos y sea de forma temporal. Distinto sería si obligara a particulares a hacer con su patrimonio cosas que no desean.

El patrimonio de los bancos, no obstante, es un poquito de usted y mío también. Hemos inyectado cantidades obscenas y monstruosas de dinero público para evitar su caída y quiebra, y hemos condenado para ello a millones de personas a un empeoramiento de su calidad de vida. Para que los bancos no exploten, mi madre ahora tiene que pagarse las medicinas. A los bancos se les ha dado con diligencia y generosidad toda la ayuda posible, y estos no la han revertido aún a la sociedad. Ni hay crédito para empresas y particulares, ni hay responsables respondiendo (al menos todavía) por gestión incompetente o por el robo que supuso la venta de productos como las preferentes a gente que firmaba con el dedo.
En la calle, sin ingresos, con cada vez menos cobertura social y arrastrando una deuda hipotecaria de por vida no hay forma humana de empezar de cero. A la corresponsabilidad entre quienes pidieron un crédito desorbitado y quienes lo concedieron debería ir aparejado un auxilio en niveles similares.

Por una vez, maldita sea, conforta ver que quienes legislan se dan cuenta de que no tienen las manos completamente atadas.