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Iglesia, misión no cumplida – Por Carmelo J. Pérez

Agotados por la tarea. Con los pies sucios y el polvo del camino pegado a la piel, testigo elocuente de tantísimos pasos andados, malos y buenos. Distintos por fuera y por dentro. Mejores. Así llegaron Pablo y Bernabé a Antioquía, de regreso a la comunidad que les hizo el encargo de visitar otros pueblos para anunciar a Jesucristo.

Misión cumplida, dijeron a la Iglesia reunida para escucharles. Hemos hecho lo que teníamos que hacer, aseguraron. Animar, exhortar, predicar, advertir, orar, ayunar, elegir… Ésos habían sido los apuntes de su agenda durante el largo peregrinaje, del que retornaban contentos, con la satisfacción de haber hecho un poco mejor el mundo que les rodeaba, con la certeza de haber ofrecido gratis la más rotunda razón para la alegría.

¿Misión cumplida? Con la vista puesta en la Iglesia naciente, ésa es la pregunta que nos podríamos hacer hoy los católicos, en plena campaña para pedir el apoyo económico de todos a través de la declaración de la renta.

He marcado ya la cruz en la casilla correspondiente de mi declaración. Sé de memoria que no se paga más al hacerlo, ni se devuelve menos. Sé que ya no tengo que elegir entre la Iglesia y otros fines sociales, como me obligaban en su momento aquellas iniciales disposiciones socialistas, encaminadas a desanimar y confundir al contribuyente. Ahora puedo marcar las dos casillas y eso he hecho.

Me conozco al dedillo la teoría. Y también conozco bien la vida de la Iglesia. Por eso sé que la misión no está aún cumplida. Que estamos en ello. Y que por eso siguen siendo necesarias todas las manos y todos los apoyos. También el económico.

Es apasionante esta Iglesia nuestra siempre a medio hacer. Me dan mucho miedo quienes se sienten ya completos, quienes opinan que ya han llegado a la meta. Dentro y fuera de la comunidad de los creyentes conozco a personas y a grupos así y tengo claro que son el lastre que pone piedrecitas en las ruedas haciendo más duro el camino de todos.

Pero la Iglesia no. La Iglesia se sabe a sí misma peregrina y no tiene miedo a reconocer que la misión no está aún cumplida. No lo estará hasta que lleguemos todos. Hasta que lleguemos juntos. Mientras vamos de camino, eso sí, nos vendría bien tener cuidado con el polvo del camino.

Una cosa es que el recorrido sea largo. Pero eso no es excusa para entretenernos por las esquinas, dejando que se nos confunda con lo que no somos, ambicionando lo que no tenemos ni deberíamos tener. No podemos diluirnos, copiando formas de ser y de hacer que son propias de otros personajes y de otros tiempos. Y no podemos perpetuar las que ya hemos incrustado en nuestro hacer y deben ser desterradas.

Somos lo que somos y en nuestro ADN está escrito que hemos nacido para andar los caminos, no para sentarnos en ellos y fabricar un castillo. He marcado la casilla de ayuda a la Iglesia católica en la declaración de la renta porque sé que la misión no está cumplida, pero que estamos en ello. Y ése era el encargo: caminar.

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