Su último libro abre otro paréntesis sobre las incógnitas, virtuales y exageradas, en torno a la monarquÃa reinante y a su futuro que aborda, con documentación fiable e innegable simpatÃa por el protagonista, Juan de Borbón, hijo y heredero de Alfonso XIII. En este año se cumple su centenario, en tanto sus restos aguardan desde el 3 de abril de 1993, su traslado final al Panteón de Reyes, una gracia póstuma de su hijo, determinada en el momento de su muerte. El madrileño José GarcÃa Abad (1942) fue, en las horas duras de la Transición, uno de los periodistas más cercanos (sin perder jamás su instinto crÃtico) al emergente poder socialista y, sin duda alguna, uno de los mejores conocedores de la compleja realidad insular que defendió en distintos medios nacionales.
En Náufrago de su destino (La esfera de los libros) traza una ajustada biografÃa del Conde de Barcelona -otra concesión juancarlista- desde su nacimiento en la Granja de San Ildefonso a las tormentosas relaciones con Francisco Franco, que no paró de desacreditar la causa monárquica y de vejar a su representante máximo, y el golpe de mano del dictador que, saltándose la legalidad dinástica, nombró heredero a su hijo, con la tácita conformidad del designado. Los aspectos más atractivos del trabajo se sitúan en el marco temporal que va desde 1976, cuando tras 45 años de exilio del PrÃncipe de Asturias, se produce el relevo en la jefatura del Gobierno con el cese del inmovilista Arias Navarro y la sorprendente ascensión del posibilista Adolfo Suárez, un hombre del bando azul con el espinoso encargo de demoler el régimen desde dentro. Con buen pulso narrativo, GarcÃa Abad narra los manejos de un ambicioso Mario Conde, condenado por la justicia española, conspirador en la Villa y Corte y amante de lo ajeno y los enredos que, por arte de birlibirloque, aparece en el drama o sainete borbónico -cada cual que califique- para complicar aún más los intrincados vÃnculos familiares. Pese al interés de la historia, en las crÃticas, recensiones, presentaciones y coloquios, inducida por los muñidores del heredero, el fantasma de una posible abdicación de Juan Carlos I fue desmentido con rotundidad por el autor y quienes con él compartieron tribuna. Aún lesionado, y con ciertas carencias, le quedan reflejos y cintura para reconocer los riesgos de una bicefalia regia en los momentos más confusos y crÃticos de la institución; asà que, atados al palo mayor, todos deben pasar las tormentas y aplazar sine die las mudanzas.