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Peor sí es posible – Por Claudio Andrada Félix

Cuando algo va mal, pero mal, mal, mal, se suele utilizar el dicho de “peor, imposible”, casi siempre con la intención de que el afectado, lejos de tirarse por un puente o elegir “mandarse a mudar” de este mundo, albergue alguna esperanza y siga resistiendo. Incluso, en ocasiones, alguien esgrime aquello de “no hay mal que cien años dure…”, en un intento balsámico para que el que sufre le dé tiempo al tiempo y confíe en la intermediación del azar, el paso de los días o, sencillamente, un milagro. Pero está claro que todo tiene un límite, un punto sin retorno, que es precisamente aquel que certifica nuestros peores presagios. Canarias, con 385.000 parados (34,27% de tasa de desempleo, según datos del jueves pasado ofrecidos por la EPA), no tiene ningún motivo para confiar en que las cosas van a cambiar. Ni a medio ni a largo plazo. Porque, además, se añade una situación de descrédito de la clase política que no tiene parangón en la joven democracia del estado español. El Partido Popular (PP), lejos de satisfacer al menos alguna de las consignas y esperanzas de quienes lo votaron, se empecina en la creación de un nuevo lenguaje para llamar a las cosas que son como son de otra manera. Ya no se llama emigrar cuando un ciudadano se marcha fuera para encontrar empleo, es “movilidad exterior”; el paro no crece, se desacelera la creación de empleo; el crecimiento económico se augura “en los próximos trimestres” (el año sólo tiene cuatro y no dicen en cuál); la reforma laboral “está dando resultados” (tendría que incorporar el adjetivo calificativo: buenos o malos), y así podríamos confeccionar un diccionario “popular” de amplio espectro, pero de una torpeza manifiesta que sigue tratándonos como imbéciles. Pero, efectivamente, tal y como se titula, las cosas pueden ir peor. Al gobierno español parece que le basta su mayoría parlamentaria para transgredir (ellos hablan de “reformar”) preceptos constitucionales como la libertad de expresión. La idea es que los que sufren lo hagan en silencio, como las almorranas (hemorroides, en fino). O, si acaso, que se habilite un pabellón para que la ciudadanía concentre en ellos su hastío y demandas de justicia social, previa petición de hora, claro. Y es que deben pensar que el hambre es muy fea y no combina bien con los pelos y bigotes engominados. Y en Canarias… Bueno, en esta tierra lo que se llevará para el próximo verano son las fatigas infantiles, la desesperanza de las madres y padres sin recursos y, cómo no, el negro como color de futuro de nuestra población. ¿Pesimismo? Ustedes dirán.