Por ALFREDO MATUTE
Son las siete de la mañana y A.P.H. se desayuna antes de salir a pedalear con su bici de carretera. Toma un café con cereales y tostadas, y después de revisar su máquina, se coloca el casco y los guantes y emprende el camino de la puerta de su casa taconeando por el suelo con sus zapatillas de ciclista. Al pasar delante del dormitorio, lanza una mirada para comprobar que su mujer continúa durmiendo y que, esta vez, no la ha despertado con el ruido en la cocina. Al salir a la calle, una ráfaga de aire fresco cargado de rocío mañanero le saluda en la cara y después de ajustar los pedales automáticos emprende los primeros metros de la calle donde vive en dirección a la carretera que le hará salir de la ciudad.
En otro punto a unos kilómetros de distancia, F.G.C. apura un último vaso de una mezcla de bebidas alcohólicas, sentado encima del maletero de su coche, en compañía de varios amigos en un descampado cerca de un polígono industrial. Algunos de ellos sugieren que es hora de irse a dormir y empiezan a recoger los restos del botellón que llevan disfrutando desde la noche anterior. F.G.C. lo ha pasado muy bien, pero el cansancio y el alcohol que ha ingerido le están pasando factura. Varios de sus compañeros de juerga le sugieren que no conduzca, pero F.G.C. no quiere ni oír hablar del tema. Después de la despedida, se introduce en el asiento del conductor y arranca el motor del coche. Al estar sobre tierra, no ha calculado bien con el acelerador y consigue que el coche derrape escandalosamente, levantando un buen montón de tierra y barro. Por fin, consigue llegar dando acelerones al asfalto y como muchos otros fines de semana, comienza a circular por la rotonda que le llevará en dirección a su casa.
A.P.H. está rodando a buen ritmo, su pedaleo es constante pero sin forzar desarrollo. Ha quedado en media hora en una gasolinera de la carretera donde se reunirá con el resto de compañeros ciclistas de su grupo. Poco a poco, el cuerpo va entrando en calor y se va sintiendo mejor encima de la bici. El mes de abril avanza, y en estas fechas ya empiezan a salir días con buen tiempo. Esto favorece que muchos ciclistas salgan a entrenar con más frecuencia. Acaba de llegar a la señal de ceda el paso que le llevará a entrar en la carretera general. Después de mirar a un lado y otro, se levanta sobre los pedales y acelera la velocidad, ubicándose a la derecha de la vía. Como siempre, el arcén lleno de cristales y desperdicios, le obliga a entrar más de lo que le gustaría en la carretera. Siempre atento al ruido de los coches, intenta vigilar su retaguardia, sobre todo cuando rueda solo. Cuando vaya con el grupo será más fácil.
F.G.C. rueda con su coche en un estado de presomnolencia. Cuando el ruido del motor se mantiene estable, poco a poco el sueño va ganando la batalla a la conciencia. Los párpados se cierran poco a poco… pero un susto repentino al perder la línea de la carretera le mantiene de nuevo en alerta. Los coches que llegan por detrás, al adelantarle, hacen sonar sus bocinas, en clara alusión a los bandazos ocasionales que da el coche a derecha e izquierda.
Ahora se va lentamente a la derecha… se le cierran los ojos… Pero no, los abre de repente y da un volantazo brusco a la izquierda. El coche pasa delante de la señal de ceda el paso de la carretera que accede a la vía donde circula, por la derecha, en dirección a un pueblo cercano. Los bares cobran las copas muy caras allí y más de una vez se han quejado del escándalo que hacían sus amigos, por eso ahora van todos al descampado cerca del polígono.
Cuando enfiló la larga recta en suave pendiente después de la curva no se percató de la pequeña mancha amarilla que aparecía a la derecha de la carretera, encima de la línea blanca. Después, un ruido estremecedor y el estallido de un parabrisas enrojecido le despertó, entre el estruendo de los frenos. Cuando salió tambaleante del coche apreció que había algo encima de parabrisas cuarteado y que aquel líquido rojo no debía estar allí… Cayó al suelo cuando tropezó con un amasijo de tubos rotos y cables que estaba debajo de la parte trasera de su coche. ¿Qué es esto? ¿Una rueda de bicicleta?
En el domicilio de A.P.H. sonó el teléfono. La esposa se levantó somnolienta y descolgó el auricular. Al oír la voz desconocida no entendió lo que decía, intentó despejarse, pero al volver a preguntar quién llamaba, su mirada expresó incredulidad unos instantes antes de caer desmayada al suelo.
Historias como estas se repiten de vez en cuando en todos los lugares del país. Es una ficción, pero está basada en la realidad. No voy a ser muy objetivo al respecto, soy ciclista. Soy uno de esos que ustedes pueden ver circulando por nuestras carreteras los fines de semana, desafiando al poderío de los coches y reclamando su lugar en la vía. El 15 de mayo de 2010 un compañero falleció en una rotonda de la autovía de San Andrés de la capital tinerfeña de manera similar a la descrita aquí y todavía recuerdo con amargura la impotencia y la rabia que sentí cuando lo supe. Murió solo, a las ocho de la mañana, atropellado por un conductor borracho.
Después de aquello, uno se plantea cómo es posible que la relación de ambos colectivos, el automovilista y el ciclista, sea tan sangrienta. Está claro que es un problema que sobrepasa fronteras. Sin ir muy lejos, ciclistas de renombre han dejado su vida debajo de las ruedas de los coches recientemente. Uno de los casos más dramáticos ha sido el de Iñaki Lejarreta, en diciembre pasado. Sobrino de la leyenda del ciclismo Marino Lejarreta, y profesional de la bici de montaña (compitió en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 logrando un diploma olímpico), murió arrollado por un coche cuando circulaba por el arcén cerca de su casa. Un mes después, otro compañero de Lejarreta, el campeón sudafricano Barry Stander, fallecía de manera similar mientras entrenaba en su país. Nombres famosos del deporte que reclaman el interés mediático, pero que no ocultan la realidad de las muertes anónimas en los arcenes de las carreteras.
Es muy cierto que la relación entre ciclista y coche es difícil. La vida diaria, la prisa y el estrés condicionan la manera de conducir de los automovilistas día a día. Muchos conductores no ven con buenos ojos la presencia de ciclistas en la carretera, los ven como un freno y un obstáculo. Por otro lado, los ciclistas también reclaman su hueco en el asfalto, correctamente regulado en el código de la circulación.
La única solución es el entendimiento, que ambos colectivos pongan de su parte. Es fundamental la concienciación por parte del automovilista de que un ciclista no tiene carrocería ni parachoques, es su cuerpo el que aguantará el golpe. Exceder los límites de velocidad se convierte en una maniobra impredecible y homicida en muchas ocasiones, pero especialmente grave cerca de un grupo de ciclistas.
En maniobras de adelantamiento es prioritario respetar el metro y medio de separación, para evitar que la estela de aire que lleva el coche tire al ciclista, con el añadido de que esa separación elimina en parte la presencia amenazante de la tonelada de metal en movimiento que se acerca.
También es imprescindible que la autoridad intensifique los controles de alcoholemia y de drogas, sobre todo cerca de los centros de ocio y en horas tempranas, justo cuando las carreteras se llenan de ciclistas, y que actualice el código de circulación vigente para dar más protección a los más débiles. El endurecimiento de las penas por atropello y por conducción bajo el efecto de sustancias alcohólicas o químicas es también uno de los caballos de batalla de muchas asociaciones ciclistas.
La autocrítica es indispensable y por ello creo en la imperiosa necesidad de que los ciclistas cumplan en todo momento el código de circulación. Por ir en bicicleta no tenemos derecho a saltarnos semáforos, ni a cruzar calles sin control. Debemos respetar para que nos respeten. Y, después, entender la realidad de nuestro puesto en la cadena de riesgo. Evidentemente, si un coche nos impacta, el resultado más probable será la muerte o lesiones irreversibles. Por ello, debemos aprender a “leer” la situación vial, y si tenemos que apartarnos o poner pie a tierra en una situación puntual deberíamos hacerlo aunque tengamos razón en lo contrario, porque no hacerlo puede suponer perder la vida.
Otro punto muy importante, las infraestructuras. Carriles bici de verdad, no camuflados para todo uso. Arcenes limpios y sin basura ni cristales. Que el diseño y mantenimiento de las carreteras contemple la realidad del ciclismo de carretera. Hay calzadas en esta isla que dan pena, y eso que actualmente nuestra tierra es lugar de entrenamiento habitual de famosos equipos profesionales como el Sky, donde milita el último ganador del Tour de Francia, Bradley Wiggins. Espejo para el mundo.
Amigo ciclista, usa siempre el casco y hazte ver. No circulemos como zombis al margen de todo, tengamos en cuenta la situación del tráfico y reaccionemos en consecuencia. Defendamos nuestro lugar en la vía, pero, sobre todo, hagamos lo posible por regresar a casa.
Por favor, amigo automovilista, cuando vea a un esforzado de la ruta por el margen derecho de la carretera, piense que este ciclista tiene una familia que le espera y que tan solo esta haciendo deporte. Si bebe o se droga, no conduzca, y si tiene prisa no cargue contra él sus nervios porque llega tarde a su cita. Piense que si le da un golpe a uno de ellos probablemente lo mate o lo deje impedido de por vida, causándole a su coche una leve abolladura. Reduzca su velocidad y adelántelo respetando la distancia de seguridad de metro y medio lateral. Y aunque usted no lo crea, los ciclistas se lo agradeceremos infinitamente.
Va por ti, Abel, dondequiera que estés
[apunte]RECOMENDACIONES
Ciclistas
Usar siempre casco e indumentaria adecuada, llevar la máquina en óptimas condiciones, sobre todo frenos y apoyos de la posición.
Hacerse ver.
Respetar el Código de Circulación.
No circular solos, rodar preferiblemente en grupos.
Estar pendientes del estado de la circulación e interactuar con ella para evitar accidentes.
Automovilistas
Cuando adelante a un ciclista aminore la velocidad y efectúe la separación lateral de metro y medio.
Si bebe o se droga, no conduzca.
Respetar el Código de Circulación sobre todo en las nuevas normas viales de ciclistas en rotondas y circulación en paralelo. Respete los límites de velocidad en todo momento.
No atienda el móvil mientras conduce.
Entienda y compare siempre su poder al llevar una máquina de una tonelada o más de peso con una persona encima de una bicicleta.[/apunte]