En la edad de las Islas hay millones de años de sangrÃa geológica, y el caso más reciente de El Hierro revive esa génesis enconada. Los 30 años de autonomÃa no se libran de la huella. En el fondo del autogobierno hay un germen explosivo, que se manifestó junto al Teide el dÃa que nació la Junta de Canarias. Y el ecuánime Alfonso Soriano blandió esa espada con la soltura y el temple que pudo, pero ya la preautonomÃa auguraba un infierno de piques entre islas y califas, que sólo calman las efemérides. El DÃa de Canarias (jueves, 30 de mayo), por ejemplo, como si, imitando a los guanches gomeros, los jefes de las tribus bebieran leche del gánigo de la paz y lo enterraran bajo túmulo hasta el año siguiente. En Historias de Canarias. Memorias de un Archipiélago, Juan Carlos Mateu y MarÃa Doménech compendian las vicisitudes de unas islas contrahechas; estremece leer quiénes somos en este libro ‘auditivo’, que pasó antes por las ondas de ‘Canarias Radio La Autonómica’, fundada hace ahora cinco años. Asà que ejercemos de radiolectores de una literatura radioléctrica. El archipiélago es una caja de sorpresas, según este inventario indexado de secuencias que parecen ficticias, donde mueren degollados por piratas los mártires de Tazacorte; unas familias recorren un año de mares y trances y fundan una porción de América; Nelson sale escaldado; un ingeniero desoye los rumbos y recala en Rusia; Galdós sólo hay uno; los volcanes entran en erupción; llega un submarino alemán y nos secuestra a un alcalde; emigramos en barcos fantasma; viene aquel surrealista y nos define; viene aquel golpista y se sale con la suya; en la Cuba de Hemingway hay un conejero que vale una novela; hay un santo canario muy cerca de allÃ; nos elogian el cielo; Femés es MararÃa como Aracataca, Macondo; se ahogaron los niños africanos en Los Cocoteros; el Brujo viola, mata y muere; Maxwell no sale con vida; ese con barba es Fidel y el de la mancha, Gorbachov; Saramago escribe entre lavas, y todo sucede como en un aleph, a la vez.