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Aznar – Por Julia Navarro

Pues va a ser verdad eso de que los jarrones chinos son un incordio por mucho valor que puedan tener. Aznar en su versión de jarrón chino, que es como se viene denominando a los expresidentes, ha colocado un torpedo en la línea de flotación del Gobierno al comentar en la entrevista en Antena 3 que las cosas no se están haciendo bien y que él las haría de otra manera. Pero, siendo importante este torpedo, el que realmente preocupa en filas populares es su velada amenaza de volver. Sí, de volver a la escena pública de nuevo para intentar recuperar el papel principal. Esto sí que ha puesto de los nervios a los populares. Hay que reconocer que el presidente Rajoy, fiel a sí mismo, no ha dicho ni una palabra que dé lugar a la controversia más allá de que piensa seguir haciendo lo que viene haciendo porque es lo que cree que hay que hacer.

El presidente tiene muchos trienios en política y sabe que una palabra de más se convierte en un titular y ya está el lío armado. Así que ha optado por la distancia y la prudencia para esquivar los efectos de las palabras de Aznar. Pero vuelvo al quid de la cuestión, a la pregunta que muchos populares se están haciendo en estos momentos: ¿puede regresar Aznar? No es fácil dar una respuesta tajante, pero lo que es evidente es que el expresidente ha dejado abierta esa puerta y es igualmente evidente que muchos populares lo añoran y sobre todo añoran un liderazgo fuerte. Dice el refrán que segundas partes nunca fueron buenas, y lo cierto es que en nuestro país tendemos a jubilar a los políticos en cuanto podemos porque en cuanto están un tiempo en el poder nos parecen gastados sin nada más que aportar. En el caso de Aznar, el expresidente es un hombre que despierta sentimientos encontrados. Tiene una buena legión de fieles pero al mismo tiempo despierta también fuertes antipatías y rechazo en una parte importante de la sociedad. A José María Aznar le perseguirá siempre el fantasma de la guerra de Irak, la foto junto a George Bush con los pies encima de la mesa mientras decidían que había llegado el momento de acabar con el régimen de Bagdad. Aquella guerra rechazada por la inmensa mayoría de los españoles, incluidos muchos de sus votantes, estará siempre en el saldo negativo del expresidente. De manera que una cosa es salir en una entrevista televisiva y decir unas cuantas cosas que despiertan polémica en unos, asentimiento en otros, disgusto en los de más allá, y otra muy distinta volver a querer cabalgar de nuevo sobre el tigre de la política. No sé si Aznar ha medido la que se le vendría encima. En cualquier caso, las aguas del PP no se deslizan con tranquilidad; es evidente que hay fisuras en el seno del partido gubernamental. Esperanza Aguirre suele ser siempre la punta del iceberg, quien más hace notar la disidencia, pero amén de Aguirre ahí están los barones, como Núñez Feijóo o Monago, al frente de los que no comulgan con muchas de las políticas del presidente Rajoy.