X
a babor > Francisco Pomares

Las barbas del vecino – Por Francisco Pomares

   

La polémica por la aprobación de la Ley de Renovación y Modernización Turística por el Parlamento de Canarias parece haberse centrado en el rechazo de los empresarios de Gran Canaria y Lanzarote a que la normativa no autorice los hoteles de cuatro estrellas. Como suele ocurrir en Canarias, ese asunto -sin duda importante- se convierte en la única cuestión a destacar de un proyecto contradictorio, voluntarista y sin asignación de recursos, del que al final solo se destacan dos cosas: que defiende intereses de una isla frente a otra y los conflictos e indisciplinas que eso crea en el más insularizado de los partidos canarios, que es Coalición Canaria. Lo cierto es que el proyecto reduce las restricciones establecidas por la moratoria turística, embridando por narices la nueva planta a la construcción ilimitada de hoteles de lujo y villas a 200 metros del mar. Aparte, los empresarios que quieran rehabilitar, podrán hacer de su capa un sayo. Pero no parece que el signo de los tiempos vaya por cerrar instalaciones y estar dos años de obras para mejorar la oferta, sin que nadie sepa además cuál va a ser la contribución de las administraciones a la rehabilitación, aparte de anunciar un nuevo plan de rehabilitación, pero sin ficha financiera, cada año, como se hace con empleo.

Esta ley es un marco pequeño para una foto grande y muy borrosa: responde a la idea de que el Gobierno tiene una capacidad para dirigir la economía de la que en la práctica carece. Al final, como ocurre siempre en esta tierra, el asunto se ha reducido a un intercambio de improperios entre partidarios y contrarios a ampliar la autorización de construir hoteles a los de cuatro estrellas. Los partidos han jugado, como suelen, a atender a su parroquia o sus equilibrios en el Gobierno, y Coalición se ha plegado a la posición del consejero virtual de Turismo, que es además presidente, con la excepción de la diputada grancanaria Marimar Julios, que ha votado contra la ley, mismamente como si estuviera en Nueva Canarias. Han tenido que pasar unas cuantas cosas para que eso ocurra, y hay quien habla de que Rivero ya no controla su organización grancanaria, la que le ha permitido -ahora que no cuenta con Tenerife- seguir peleando por la próxima nominación presidencial. Marimar Julios no es precisamente una mujer valiente: para votar contra Rivero y su ley turística se ha amparado en el rechazo expresado por Bañolas, en el apoyo a los empresarios grancanarios del sector y -muy probablemente- en la pérdida de apoyos internos de Rivero. Pero esa es otra historia.