Un estallido social es una cuestión de tiempo”, alertaba hace unos días, una vez más, un alto dirigente sindical de Canarias. Una voz más de los vaticinios agoreros. Las últimas cifras de desempleo no presentan precisamente un escenario de optimismo. Desde algunas esquinas mediáticas, que parecen estar inmersas en la irreflexión, se llegarían a tirar voladores si se quebrase la paz social con la sucesión de conatos de disturbios. El desarrollo de la jornada de huelga en el sector educativo prevista para hoy podría marcar el devenir de las acciones futuras contra la crisis. En Tenerife, en Canarias, en España se vienen produciendo situaciones, circunstancias sociales y económicas, incluso con anterioridad a estos años críticos, que se tornan perjudiciales para los ciudadanos. De forma sibilina se intenta acallar toda voz discrepante, a la vez que colmada de sentido común. Como en ocasiones se comenta en reuniones informales, habría que preguntarse quién se beneficia o a quién interesa que una situación deficiente se prolongue. Quién se encuentra detrás de decisiones incomprensibles y mueve los hilos a su antojo. Quién adjudica las interpretaciones de gorgoritos y ciriacas. Y quién asigna a los que deben aplaudir o indignarse. Al filósofo y político romano Séneca se le atribuye el siguiente aserto hace 2.000 años: “Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”. Dos milenios después la verdad de los que molestan es, en muchas ocasiones, amordazada con las adulaciones de los complacientes. Cerca de 30.000 españoles, como hace cuarenta años, tomaron la decisión en 2012 de emigrar a Alemania. Entre ellos, canarios que huyen de la lista de 300.000 parados en las Islas. Muchos de ellos, jóvenes profesionales. Rajoy dijo ayer en el Congreso: “Queda mucho por hacer, pero llegará la cosecha”. Se acerca el verano, época de siega y recolección. Si se descuida la vigilancia y la diligencia de la siembra, las mieses puedan acabar agostadas.