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Cuento de primavera – Por Román Delgado

   

No vayan a pensar ustedes, por favor, que ya saben que mis títulos a veces conducen por otros derroteros, que este Cuento de primavera tiene algo que ver con la magnífica herencia cinematográfica del director polaco Krzysztof Kieslowski. Nada de eso, que ya me gustaría a mí; sobre todo poder recuperar la excelente No matarás, mi preferida. Lo lamento, pero en este texto aquello no toca, y sé que es un infortunio. Esta columna partida en dos ahora va a hablar del mamoneo y la desfachatez, de la actitud de algunos gestores de lo público que se creen que los demás se lamen el dedo y a la vez paladean chupetes Kojak, aquellos que dejaban a uno la boca hecha un cristo y que terminaban con el regalo, no siempre deseado, de un chicle triste y pastoso. Este artículo hoy no va de contar una historia dulce, con final feliz, ni de narrar un cuento para levantar el ánimo…; este artículo que hoy toca relata la desvergüenza que reina en esta tierra gracias a muchos gestores de lo público, en especial a los gansos que diseñan el amaño y, tras ser pillados con las manos en la masa, todavía hallan fuerzas, valor, motricidad y caradura para explicar lo inexplicable, para aniquilar determinadas voces y hasta para lamentar y lloriquear que, total, son unos incomprendidos. Hay políticos que se han acostumbrado a sobrevivir en el edificio público con la careta siempre puesta, gente a la que le importa un comino hacer las cosas mal: sin ética, sin aptitudes, sin decencia, sin valores, sin pensar en los demás… Gusta más, y es triste decirlo, el lema Para uno de los nuestros, porque además se creen que están por encima del bien y del mal, y porque, antes de llegar a esta triste conclusión, han sido capaces de mentir como bellacos al sentirse capaces de desviar la flecha de la verdad. Y cierto es que lo consiguen. Pero no siempre. En nuestro régimen legal hay fórmulas regladas para la práctica del mamoneo; hay mecanismos consentidos para el robo de lo público… Y lo peor de todo es que algunos ni así lo hacen bien, sin poder evitar que brinque el latrocinio. Se puede decir que les pasa a casi todos, y es así, aunque esta vez ha sido mucho. Demasiada gente noble espera que el silencio no se imponga una vez más, pese a que bien se sabe que igual faltan teides para seguir adelante. Si este fuego se apaga sin que antes falle la justicia, al menos nos quedará haber descubierto otra forma menos sudorosa de buscarse la vida, que para algo está Google Maps. Esto es mucho. País de chorizos que tenemos. Me encanta No matarás.

@gromandelgadog