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Farmacias para todo – Por Leopoldo Fernández

   

Según se ha expuesto en las VIII Jornadas Farmacéuticas Canarias, el Gobierno autonómico y los colegios profesionales farmacéuticos del Archipiélago mantienen conversaciones para la posible colaboración de las oficinas de farmacia en las campañas de promoción de la salud y en las periódicas de vacunación de la gripe y otro tipo de patologías, infantiles y de adultos. Se trata de mejorar la cobertura de la población que necesita vacunarse mediante unos procedimientos estandarizados similares a los que existen en Portugal. En principio, la idea no parece desacertada y supongo que, a cambio de ponerla en práctica, los farmacéuticos recibirían alguna compensación, ya sea mediante la venta de vacunas con cargo al Servicio Canario de Salud, ya con el pago del servicio prestado. Pero no creo que todas las farmacias puedan llevar a cabo una iniciativa de esta naturaleza, del mismo modo que no todas venden por internet, realizan preparados magistrales o abren las 24 horas. Además, en algunos casos pueden carecer del espacio necesario -o presentar dificultades para adaptar el disponible a las exigencias de privacidad y discreción de cualquier vacunación-, y en otros tal vez no les compense la contratación de profesionales para poner la inyección a los pacientes. También habrá que ver lo que tienen que decir sobre este proyecto los colegios de practicantes y enfermería. Hace ya tiempo que los farmacéuticos se han puesto las pilas y procuran dar mayor valor añadido a una profesión que siempre debe ir bastante más allá de la mera dispensación de medicamentos. El buen profesional de farmacia, cada día más valorado, realiza una tarea relevante ante quienes acuden a su oficina en busca de consejo u orientación sobre el buen uso de las medicinas -en especial para enfermos crónicos, ancianos y niños-, así como sobre otros productos relacionados con la salud en su más amplia acepción.

La parte quizás más atípica de estos establecimientos es que progresivamente se han convertido en una especie de oficinas para todo, pues incluyen la venta de productos de muy diversa índole: para bebés, de belleza, ortopédicos, parafarmacia y otros muchos. No sé si se ha hecho así para compensar las rigideces que regulan los establecimientos de farmacia en función del número teórico de habitantes y la distancia entre oficinas o para salir al paso de eventuales liberalizaciones en el sector que podrían acabar, vía hipermercados y grandes almacenes, con las actuales exclusividades y limitaciones, más propias de un servicio público. En cualquier caso, bienvenidas sean la especialización y la modernización. Todo sería perfecto si además el Gobierno pagara a su debido tiempo.