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Hambrientos de espíritu fraternal – Por Víctor Corcoba Herrero

   

Apuesto por el abrazo sincero. Lo considero una buena manera de abrirse al auténtico diálogo. A mí me parece que los tiempos actuales son muy fríos. Es lo propio de un mundo frenético al que no le dejan pensar. Todo se envuelve alrededor del poder. Ciertamente, tenemos más armas, pero también menos alma para sembrar por los caminos de la vida otro entusiasmo más comprensivo. Para entenderse, pienso que debemos cuidar mucho más nuestras habitaciones interiores. Solo así podremos descubrir y describir nuestros propios sentimientos. Y nadie nos podrá dominar. Me niego a ser juguete de nadie. A veces nos faltan encuentros con el corazón y nos sobran reencuentros con dominadores sin ética. El fruto de la sinrazón nos comercia en un mercado sin moral alguna. Hemos convertido al ser humano en un objeto más de deseo, sin apenas dejarle tiempo para reflexionar sobre sus creencias ni sobre su existencia, sobre su origen ni sobre su destino. Sin duda, abrazarse a las diversas culturas favorece el sentirse unidos. Andamos hambrientos de fraternidad. Algo que necesitamos como el pan de cada día. A pesar de que desde el año 2002 se haya declarado el 21 de mayo como el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, apenas hemos aprendido a convivir unos con otros. Convendría, pues, que nos interrogáramos cada uno consigo mismo sobre aquello que nos impide avanzar. Son muchas las heridas abiertas por duros y sangrientos conflictos. La construcción de un planeta reconciliado no es fácil, pero tampoco es imposible.

Deberíamos despojarnos de aquellos poderes que no saben conjugar principios y valores, servicio y bien común, y evitar, de manera contundente, las manifestaciones patológicas que se dan con tonos de autoexaltación y de exclusión de la diversidad. Me refiero a esas formas nacionalistas que aíslan los pueblos, a esas maneras racistas y xenófobas que, desde el pedestal del poder, intentan dominar las mentes de otros.