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Lejos de aquí – Por Jorge Bethencourt

   

La ultraperiferia igual sirve para un cosido que para un bordado. Desde que se incorporó al acervo canario la sintaxis geográfica hemos cultivado con fruición el apasionado verbo de nuestras lejanas desdichas. Con tanto éxito que hoy somos una de las regiones más pobres de Europa. Que Canarias está lejos del continente europeo no se puede decir que sea un fenómeno reciente. Lo nuevo es que esa distancia nos transforme en inválidos. Cuando los barcos funcionaban con velas, impulsados por los caprichosos céfiros, es de suponer que la lejanía y la jodida insularidad fragmentaria eran factores de mucho más peso en la mochila de nuestras desventuras. Sin embargo, por aquellos tiempos las islas se las entendieron bastante bien con su propia supervivencia y desarrollo. Y es el que el problema del talento no es ser ultraperiférico, sino escaso. Cuando la aurora de la nueva Europa, con sus dedos rosáceos, nos abrazó cariñosamente, Canarias se entregó a la eurofiesta de los fondos estructurales y las ayudas al desarrollo. A estas islas, cual panal de rica miel, llegaron millones y millones en forma de lluvia de hormigón y plusvalías. Nos dieron ayudas a las importaciones que al final consiguieron la prosperidad de unos pocos y lograron encarecer el costo de la vida en las islas. Protegimos a la industria local con barreras arancelarias para conseguir el estancamiento de nuestro sector industrial. Defendimos con uñas y dientes al sector agrario exportador, de forma que nuestra agricultura ha descendido al fondo del pozo de la postración y su mayor empresa tiene sede en Madrid, factura trescientos millones de euros al año, importa bananas de centroamérica y es socia de una gran multinacional platanera. Lo bordamos. El problema de todo esto no es que hayamos metido la pata hasta el corvejón. No es que hayamos cambiado la cultura de la libertad comercial, la competencia y la inteligencia por el modelo de las plañideras. Resulta que el problema es la ultraperiferia. Que seamos una de las regiones donde más ha crecido la pobreza es un tema morfológico. Como decir que no jugamos bien al baloncesto porque somos bajitos. Queda por explicar que Andalucía y Extremadura sean igualmente pobres siendo menos lejanas y distantes. Pero eso son los flecos del razonamiento circular. Fruslerías. El sur es una tierra que llora mientras canta, pero además siempre encuentra explicaciones para sus desgracias en las culpas ajenas. La peor calamidad para esta tierra es haber perdido una burguesía comercial y una clase intelectual comprometida críticamente con el país. No es la ultraperiferia la que nos mata, sino la cultura del lamento y la mendicidad. Somos pobres porque nos hemos desocupado de aprender de nuestra historia y renunciamos a nuestra manera de ser. No estamos lejos del mundo, sino de nosotros mismos.

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