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Llegó la hora – Por Mayte Castro

Se acabó la espera. El desenlace de esta carrera está a la vuelta de la esquina. Sólo es necesario un esfuercito más. En dos partidos, la meta podría estar alcanzada.

Los chicos de Cervera han hecho sus deberes a lo largo de la campaña y solo la reválida les separa de la categoría de plata del fútbol español. Tienen dos vías para alcanzar tal propósito: el camino corto o el de los peajes. Demostrar que pueden ser atletas de velocidad o fondistas. O por aquello de que vivimos en un archipiélago, que son nadadores de corta o larga distancia. Que tras tanto nadar ya queda poco para alcanzar la orilla y es el momento de dar las últimas brazadas. Atrás quedaron todas las cábalas sobre el posible rival o las preferencias de jugar primero fuera o en casa. El pasado lunes la suerte y el bombo nos depararon al conjunto catalán del L’Hospitalet y jugar primero en la Isla.

A priori, para muchos, el Hospi era el equipo más deseado. Algunos lo ven como el más asequible, por aquello de tener menos nombre e historia que los otros dos clubes (Alavés y Jaén), pero esto no puede llevarnos a engaños. El equipo de Miguel Álvarez tiene un gran potencial y más que figuras tiene oficio colectivo. No podemos olvidar que, al fin y al cabo, el rival también fue campeón de su grupo y tiene unos números envidiables. Es cierto que ha jugado dos partidos más que los blanquiazules y que llegó a la última jornada empatado, a 80 puntos, con el Huracán de Valencia, pero precisamente ser más efectivo ante la puerta adversaria y saber guardar mejor sus redes, le hicieron merecedor de alcanzar el honorífico título de campeón de la liga regular del grupo III. Hay miles de ejemplos de que las confianzas no son buenas consejeras. Ser teóricamente superiores o tener colgado el cartel de favoritos no significa nada. Ya lo dice un verso de nuestra cultura folclórica: “El grande perdió, el chico ganó…” Pues eso, avisados estamos. Tengamos los pies sobre el césped y seamos conscientes de que nada se consigue sin esfuerzo.

Dicho esto, no hay que infravalorar el trabajo de los nuestros. Lo han demostrado a lo largo de la competición. El Tenerife también tiene unos dígitos fantásticos. Y un pichichi, Aridane, que está en racha de goles y dobletes. Y un portero, Sergio Aragoneses, que, a mi entender, es el mejor de la categoría. En definitiva, un bloque bien armado y bien dirigido desde la banda, que, además, llega a este tramo definitivo sin grandes preocupaciones por lesiones o sanciones. Y una afición que sabe y entiende de esto. Y lo demostrará, una vez más, arropando al equipo desde el graderío, a pesar de todo y de algunos. Y aquellos que no puedan estar presentes, estarán empujando y alentando desde donde se encuentren.

No hay que lamentarse por jugar primero en casa, porque los antecedentes de las grandes citas, de las emociones extraordinarias, cuando la entidad se ha jugado cosas importantes ha doble enfrentamiento, han sido favorables. Recuerdo, como si fuera hoy, la famosa promoción ante el Betis. Aquella fue la noche mágica de Rommel Fernández. Luego vino la del Deportivo que, aunque se saldó con un empate en el Heliodoro, se resolvió con el gol de Eduardo Ramos, en Riazor. Además ya lo dice la letra del himno oficial de los Huaracheros: “Tenerife, adelante sin temor a la meta final”. Pues eso.