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Mochila vacía – Por Román Delgado

   

A veces esta profesión, la de ejercer el periodismo, tiene que te pasas los días de un lado para otro junto a gente en teoría muy interesante (y en algunos casos esto es así; no siempre, ojo) y resulta que lo único que te traes en la mochila es la impotencia; o sea, aire y nada más, atmósfera modificada que no resuelve nada de nada. Es decir, que acudes a donde en teoría se deben aportar las soluciones, a donde se tienen que cocinar y servir las grandes ideas, las más bellas, maquiavélicas, rococós y genuinas, y el resultado es la nada: la ausencia de ideas. Que esto mismo me haya pasado estos días ante tanta gente de profundas convicciones intelectuales y de amplios conocimientos técnicos, más lo que a ello aporta una extensa y longeva experiencia en política y el reiterado recorrido por paisajes propios de sedes públicas y oficiales, solo tiene una lectura: parece, por no darlo de entrada por hecho, que nos hallamos ante un amplio y duradero desierto en que nada brota ni brotará por ahora ni después, donde el agua ni está ni se espera y donde el horizonte está tan lejos que es imposible hasta imaginarlo. Estos días, rodeado de gente sensata, inteligente y agradable…; de gente con sus mochilas bien llenas de cosas, por capacidad y por hazañas vividas (que estas también contribuyen a cargar mejor las baterías de la inteligencia), me he asustado tras tener la bendita oportunidad de poder bucear en solo una pequeña parte de las entrañas del actual potaje de intereses que hoy en día impide que en aquel desierto nazca al menos un pequeño vergel, se descubra un pozo con agua dulce y se divise el relieve cercano que, una vez hollado, refresque la vista con mar, realidad y esperanza enfrente y para todos. Cuando uno tiene la posibilidad de escuchar de cerca a gente con tanto bagaje como Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea (en el magma Bruselas), o al mismo ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, y cuando además eso ocurre sin necesidad de medir tanto las palabras, uno llega a tener más claro que la realidad difundida no es una, sino miles, y que la que más se acerca a la real de verdad es mucho más dura y cruel que cualquiera de las por ahora vistas y dibujadas.

@gromandelgadog