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Tatiana Pérez de Guzmán – Por Luis Ortega

   

Descendiente directa de Alfonso Pérez de Guzmán (1256-1309), cuya vida mezcló la historia y la leyenda (según esta arrojó su daga a los sitiadores del castillo de Tarifa para que ejecutaran a su hijo prisionero antes que ceder a su chantaje) solo su cuantiosa herencia, acompañada del asombro general y la contrariedad de los parientes, la sacó de su voluntario anonimato. Con sus orígenes en la casa de Medina Sidonia, Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y Seebacher (1924-2012), VIII Condesa de Torres Arias, XI Marquesa de Santa Marta y Marquesa de la Torre de Esteban Hambrán, falleció en el pasado octubre y, con la misma discreción que vivió, se ofició su funeral y se conoció su testamento. Viuda desde hacía 10 años de Julio Peláez de Avendaño, y sin hijos, las tres noblezas que reunía, junto a la Grandeza de España, fueron a parar a su primo Luis Messía Figueroa, II Marqués de Romanones -cuya esposa se apresuró, al parecer sin éxito, a impugnar las últimas voluntades- y toda su fortuna, más de quinientos millones de euros, además de fincas urbanas y rústicas en Madrid y otros lugares de la península, a una fundación que lleva su nombre y que tiene previsto iniciar sus actividades este mismo mes. La generosidad de la aristócrata se había probado desde 1985, cuando firmó con el alcalde Tierno Galván un protocolo de cesión al ayuntamiento de Madrid de la quinta de Torres Arias -con 14 hectáreas y un suntuoso palacete, además de varias construcciones accesorias- a la muerte de sus propietarios. La institución se constituyó hace un año y tiene unos amplios objetivos que incluyen la investigación médica, la conservación del medio ambiente, la rehabilitación de fincas rurales en la capital, Ávila y Cáceres, para su uso como parques públicos, la conservación de su patrimonio histórico-artístico y la digitalización de archivos; y, por último, un amplio capítulo dedicado a la juventud que va desde los cursos para postgraduados a un centro de formación para personas con discapacidad intelectual. En medio de la crisis inclemente que padecemos, señaladas por el desafecto las primeras instituciones del estado y con el fantasma de la corrupción en vuelo libre, el ejemplo de inteligencia y filantropía de la aristócrata se antoja como un brote verde -permítaseme la metáfora- en el páramo; pero, aquí y ahora, no somos muy optimistas en cuanto al seguimiento de los ejemplos, por buenos que sean.