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Una calle para Cubillo – Por Leopoldo Fernández

   

Los ciudadanos más ilustres y ejemplares de cada pueblo, ciudad o país, comúnmente considerados próceres, suelen ser reconocidos por las autoridades con distintos honores, distinciones y homenajes. Así se pretende que suceda ahora con Antonio Cubillo, a quien un grupo de admiradores quiere recordar con la dedicatoria de una calle o una plaza en la capital tinerfeña, si en el pleno municipal del próximo día 14 prospera la apertura del correspondiente expediente de honores y distinciones. Parece que la idea la inspira ese concejal peleón, buena persona e ingenuo independentista que es Hilario Rodríguez (Coalición Canaria) y ha producido ya la esperada división entre las tres grandes formaciones políticas representadas en el ayuntamiento. Dado que el nombre de Cubillo despierta lógicas suspicacias e indeseadas remembranzas, quienes apoyan la propuesta quieren hablar más del abogado laboralista, el profesor de español o el modesto escritor que del fundador del Mpaiac, como si de este modo se pudiera ocultar la faceta principal, por no decir única, que dio a Cubillo notoria popularidad durante algún tiempo: su actividad independentista desde el exilio, incluidas las emisiones radiofónicas vía Radio Argel. Si lo que se pretende es tapar el pasado terrorista de Cubillo -que sufrió en carne propia un abominable intento de asesinato por parte de los servicios secretos españoles-, estaríamos ante un despropósito y una desvergüenza, ya que su nombre está inexorablemente unido a unos años de dolor y violencia armada. No parece que con esa trayectoria merezca el reconocimiento mayoritario de la corporación municipal, ni tampoco de la ciudadanía, que en su día ya rechazó su proyecto político en las urnas de manera abrumadora. Quien no respetó los derechos humanos -y el derecho a la vida es el primero de todos-, ni hizo justicia a las víctimas de algunas de las acciones que ordenó y, peor aún, nunca se arrepintió de sus excesos -y mira que algunos peleamos lo indecible para que lo hiciera-, no es digno de ningún reconocimiento. Sería una mancha en el callejero de la ciudad. Me duele decirlo porque apreciaba a Antonio pese a las abismales diferencias políticas que nos separaban. Pero lo mismo que le dije en vida lo dejo aquí escrito porque creo que es hora de llamar a las cosas por su nombre. Respeto, aunque no comparto, que algunos vean en Cubillo a un luchador e incluso un patriota que bregó por su tierra y sus ideas. Pero pido la misma reciprocidad para quienes pensamos que nunca debió utilizar la violencia ni el sufrimiento contra el pueblo al que decía querer y defender. Y no parece lógico que se otorgue mérito a quien actuó con tanto demérito.