A nadie le extraña ya que el BOE publique las leyes que publica. Que muchos diputados y diputadas se queden dormidos en las sesiones del pleno, o que tropiecen con las mesas auxiliares que hay dispuestas en los pasillos del Congreso. Los noctámbulos que se pasean por la Carrera de San Jerónimo aseguran que, de madrugada, hasta los leones que flanquean la fachada de la sede parlamentaria eructan y roncan. Sin embargo, tales ruidos nocturnos no proceden de los clientes de las cafeterÃas cercanas, o de las de los hoteles de lujo de la zona, el Palace entre ellos. Vistos los precios de los chupitos que se sirven en la Cámara baja, no es de extrañar que el aliento de la calle huela a más cosas que a los gases de los coches, taxis o guaguas…
En la cercana calle de José Zorrilla hay estupendos restaurantes donde se come muy bien y a precios muy asequibles. Pero a sus señorÃas les sale todavÃa más barato comer y beber dentro de la Cámara que en tales restaurantes y casas de comida populares, en las que, insisto, los precios no son nada elevados, sobre todo si consideramos que se come en el mismÃsimo centro, a un paso de la milla de los grandes museos. Pues bien, la ciudadanÃa no entiende, no puede entender, de ninguna de las maneras, que en el Congreso (y por extensión en el Senado) se coma, pero sobre todo se beba bebidas alcohólicas, de elevada graduación, a precios subvencionados, a la par que el resto de los mortales que no frecuentamos las cámaras legislativas tenemos que pagarnos nuestros vicios a precios de mercado.
Para que el pedo alcohólico de los padres de la patria no nos salga tan caro (a los contribuyentes, no a sus bolsillos) sugiero que se prohÃba, terminantemente, ingerir bebidas alcohólicas, de cualquier tipo, en las cámaras. Beber, que se beba agua, refrescos, jugos naturales, infusiones y cafés. Y que en los cuartos de baño no se despachen condones… A lo mejor mejoraban las leyes, saldrÃan mejor redactadas. Y tendrÃan en cuenta que falta dinero para la ley de dependencia; que hay 6,2 millones de parados que no tienen ni para una cerveza; que cientos de miles no tienen techo bajo el cual dormir o que, hasta las universidades, se nos están vaciando de estudiantes que no pueden sufragar sus costosas matrÃculas.
El morapio de sus señorÃas que se lo paguen de su pecunio.
Y que los portavoces, al subir al estrado, se sometan previamente a un control de alcoholemia…