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A dar la cara toca – Por Miguel González Santos

   

Este comentario carece de adjetivos; sencillamente, se han acabado. ¿Acaso quedan calificativos para describir lo que nos pasa? Intentaré hacer una reflexión lo más neutra y objetiva posible. Es la manera más justa de intentar no ofender a nadie. Pero se hará muy difícil atravesar este territorio minado sin causar alguna baja. ¿Se puede continuar viviendo en este estado de mentiras? No se debe permanecer por más tiempo sin poner remedio al caos que impera en nuestras vidas. El pueblo tiene que buscar el remedio al que son incapaces de llegar nuestros representantes. No vale la pena gastar ni una sola línea más en describirlos. Son, sencillamente, no merecedores de un instante más de nuestro tiempo. El que con tanta urgencia necesitamos para reconducir nuestro destino. Es inaplazable la autogestión ciudadana. A los que no son responsables de ocupar el lugar que, por delegación ostentan, no queda más opción que desecharlos. Y a ser posible, cuanto antes. Hay que retirarles el poder de riesgo que suponen. Están dilapidando nuestro futuro mientras nosotros permanecemos de brazos cruzados. Es tan sencilla la solución como iniciar la tarea por las unidades más básicas de nuestras organizaciones sociales. Digamos, para empezar, que incluso por nuestras propias familias y asociaciones de vecinos. Todo lo que no veamos con claridad, investiguémoslo a fondo. Y actuemos después en consecuencia. Es la manera de ir limpiando desde abajo. Siendo ejemplos consecuentes con nuestra dignidad de seres humanos. A partir de ahí, lleguemos hasta el final de la verdad. Si es necesario, hasta una nueva estructura que nos defina con la suficiente honestidad de no sentirnos vinculados con ninguna entidad superior en la que no creamos, incluida la nación. No hay otra medicina más eficaz para estos casos, que poner en marcha la operación dignidad. Quien no se someta al tratamiento, se pondrá solito en cuarentena. A solas se mantendrá segregado hasta que los que se hayan implicado en regenerar tengan la garantía de que ya no sea contagioso. No se trata de palabras, sino de hechos. Ha llegado el momento de actuar. Ya no valen las excusas ni las explicaciones; solo son justificables las acciones y actuaciones. Se autocalificarán por obras y no por buenas razones. No nos queda más salida que la responsabilidad personal y el compromiso con uno mismo. Tenemos que empezar a ser consecuentes de uno a uno. Y a los que no se suban a este carro, no se tendrá ni siquiera que apearlos. Se excluirán por sí solos. Hasta aquí hemos llegado. Basta ya de esperar. Pongámonos sin espera en la tarea.