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Depredador de dinero público – Por Rafael Yanes

   

Con verdadero estupor he leído en prensa que un joven concejal del Ayuntamiento de Güímar me califica con la expresión que titula este escrito. Sostiene esta persona que cuando yo era alcalde cobraba 2.200 euros líquidos mensuales como funcionario -realmente eran 2.053,28- y 1.574 en dietas de asistencia -en realidad cobraba una media de 630 euros-. Pero las cantidades son lo de menos. Lo que me llamó la atención no fue que se reflejaran datos falsos como respuesta desesperada a una subida de sueldos escandalosa que se acaba de aprobar en el Ayuntamiento de Güímar y que ha tenido repercusión nacional. Lo llamativo del asunto es el insulto como arma política en un concejal que pertenece a una generación nacida ya en plena democracia.

La esperanza de nuestro país está justamente en las personas que desde la juventud tienen vocación de servicio a los demás. Sigo estando convencido de que es la actividad más noble que puede realizar un ser humano. Servir a los intereses generales y preocuparse por los problemas comunes con entrega y con esfuerzo es un camino lleno de dificultades. Pero para hacerlo efectivo y sea beneficioso para la ciudadanía, tienen que llevarlo a cabo personas que tengan una probada conducta moral.

A la vida política vienen cada vez con más frecuencia personas sin profesión, sin escrúpulos y, lo que es peor, sin principios. Son individuos que no tienen ningún límite ético a la hora de la confrontación de ideas, y por eso recurren a la injuria sin importarles la dignidad del adversario. En ocasiones es posible que sea, sencillamente, por falta de madurez. Pero no debemos conformarnos con esta reflexión. Creo que este tipo de comportamientos va más allá. Hay jóvenes que ven la política como una salida para el que está en situación de desempleo, y entonces están dispuestos a todo lo que se les ordene sin ninguna limitación ética. La política es un servicio que deben prestarlo las personas más capaces para gestionar el interés público, y sin embargo, observamos con preocupación que es bastante frecuente lo contrario, y ese es el motivo de tanto descrédito de la llamada clase política. Creo que lo que comentamos aquí deja muy claro por qué la actividad política se ha convertido en el tercer problema del país según todas las encuestas.

Tenemos que reivindicar la política que está sujeta a unos principios éticos. Es imprescindible que la lleven a cabo personas que se alejen del chabacano rifirrafe que solo pretende lograr un titular de prensa. La política requiere tener ideas claras para poderlas defender, y, lógicamente, cuando se carecen de ellas, se producen declaraciones como las que hoy comentamos. Las instituciones públicas deben estar muy alejadas de las componendas mediocres de personas que buscan en la gestión pública un soporte económico por ser incapaces de labrarse una vida profesional. Todos los partidos políticos tenemos que hacer una autocrítica profunda interna. Algo estamos haciendo mal si permitimos que esta clase de personas nos representen. Queda claro que no hemos sido capaces de enseñarle a esta nueva generación que en la actividad política hay algo llamado respeto que no se debe traspasar, que es necesario el rigor como método de trabajo, y que solo la gestión seria y responsable nos hace merecedores de la confianza de los ciudadanos. Lo que comentamos aquí es una prueba más de la degradación a la que está llegando la vida política en nuestro país.