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La herencia de los esclavos africanos en el pueblo de Adeje

   

Calle Grande ADEJE

Calle Grande, en Adeje, sobre finales del siglo XIX. / FEDAC-AUTOR DESCONOCIDO

AGUSTÍN M. GONZÁLEZ | Santa Cruz de Tenerife

Adeje es en la actualidad uno de los municipios de la isla de Tenerife que cuenta con una población de lo más variada: internacional y multicultural. Es la consecuencia de su importante desarrollo turístico y económico. En tiempo lejano y por razones muy diferentes, este pueblo sureño fue un lugar frecuentado por muchos extranjeros, foráneos que no eran turistas, precisamente, y que fueron traídos a la fuerza. Lo cuenta el historiador aronero Nelson Díaz Frías en su libro La historia de Adeje. Durante siglos, esta villa fue conocida entre viajeros e historiadores por la caterva de esclavos negros utilizados para trabajar en los ingenios de azúcar de la comarca, y especialmente en la Casa-Fuerte, el palacio-fortaleza de la poderosa familia Ponte.

Los esclavos africanos fueron introducidos en las Islas Canarias en los primeros años del siglo XVI debido al escaso número de esclavos aborígenes disponible y, también, por sus mejores aptitudes físicas para trabajar, especialmente en las duras tareas de los ingenios de azúcar y de los cañaverales. Destaca el historiador Nelson Frías que la casi totalidad de los pueblos de Tenerife contaban entre sus habitantes con esclavos, “aunque, sin duda, es Adeje el pueblo de las Canarias Occidentales donde los esclavos africanos tuvieron una mayor presencia y donde dejaron, por ende, una más profunda huella”. En 1765 el viajero inglés George Glas, escribió que el Marqués de Adeje poseía “algunas tierras, en las que mantiene un millar de negros esclavos para plantar caña de azúcar y fabricar ese producto”. Viera y Clavijo, Bory de Saint-Vincent y Bethencourt Alfonso se refieren asimismo a la famosa “negrada” de la Casa Fuerte, y a las huellas sociales y raciales que la misma dejó entre la población sureña, hasta prácticamente la actualidad. Aun los más ancianos de Adeje conocen hasta qué familias cuentan entre sus antepasados con algún esclavo negro. “Durante generaciones -reseña Díaz Frías-, sus descendientes, pertenecientes a las familias más pobres de la zona, han sido señalados con el dedo, marginados, estigmatizados y temidos por su fuerza.

Tal y como han relatado varios ancianos, hasta bien entrado el siglo XX constituía una deshonra contraer matrimonio con algún miembro de las familias que se sabía, por tradición oral, que eran descendientes de antiguos esclavos negros, cuyos rasgos físicos, en algunas ocasiones, ponían de manifiesto su origen africano”. La población esclava adejera dejó huella en algunas tradiciones populares (los narigones) y hasta en la toponimia: Fuente de la Negra, La Pasada del Morisco, Llano del Negro, la Cueva del Negro…