Solo los muy adictos o entregados coleccionan hoy las declaraciones de los suyos: sinceramente, no creo que nadie preste demasiada atención a las calculadas palabras de Rajoy sobre el caso Gürtell o la financiación irregular del PP, o a las inanidades de los polítiocos del PSOE sobre la crisis económica, la tolerancia con los escraches o la necesidad de cambiar las políticas de la UE. Y en Canarias, nos ocurre lo mismo con los que sufrimos aquí: Rivero repitió en su discurso del Día de Canarias las mismas recurrencias reiteradas en los últimos años. Quien le escriba los discursos del Día de Canarias no tiene que hacer mucho esfuerzo: le basta con un recorta y pego en el que se cambian los nombres de los premiados, y se sube el octanaje a las frases contra la malvada metrópoli, que es la responsable de que aquí no tengamos lo que tenemos y nos merecemos, pero no hemos sido capaces de organizar en treinta años de autonomía. Hablar sin decir nada que signifique algo de verdad no es solo un defecto de Rivero: los políticos han convertido la política en un torneo, y sus incursiones en los medios -sean sobre los éxitos propios, sobre la maldad intrínseca del adversario o sobre que hay que “ponerse a trabajar de forma incansable”- resultan absolutamente prescindibles, cuando no incomprensibles para la mayoría. El sociólogo Amando de Miguel escribió hace años sobre ese lenguaje inextricable que usan los políticos en las entrevistas, declaraciones y discursos, y lo bautizó como cantinflesco, en honor de Mario Moreno, el cómico mexicano capaz de hablar y hablar sin descanso y con enorme gracia y musicalidad sin que -a pesar de ello- llegue nunca a decir absolutamente nada que tenga algún sentido. Los periódicos están cargados de declaraciones y titulares en ese aburrido latín de políticos, ese lenguaje politiqués que no significa para nadie, ni siquiera para los que lo usan, nada de nada. Y los periodistas estamos hartos del esfuerzo inútil de intentar desarmar a próceres, diputados y alcaldes, ofreciendo a los lectores algo que sean más que citas de un argumentario redactado por otros periodistas, y en el que el objetivo fundamental en construir titulares grandilocuentes sin compromisos reales detrás. Cuanto más importante es el rol oficial de un político, cuanto más interés despierta por tanto esa persona, más difícil es tropezarse con algo que resulte de valor o interés en la literalidad de sus palabras. Al final, lo único interesante que se escucha lo suelta algún concejal perdido que dice lo que cree.